Compartimos el artículo del maestro de Muro, José Rafael Pascual-Vilaplana.

El arte puede y debe ser elemento de cohesión entre opiniones diversas, credos distintos, lenguas diferentes y políticas opuestas. El arte en sí mismo es sinónimo de libertad y por tanto de tolerancia. En momentos de conflicto a lo largo de la historia de la humanidad, las obras artísticas han sido, paralelamente, testimonio eficiente tanto de la crueldad más desnuda como de la belleza más pura. Y es que el arte nace como elemento de conmoción y de provocación hacia diversos e insospechados horizontes.

Las bandas de música han sido utilizadas en distintos conflictos bélicos, no solo como elementos de comunicación de estrategias militares, protocolarias o de enaltecimiento de los ejércitos, sino como factores de cohesión social . Desde la Revolución Francesa hasta la actualidad, pasando por las Guerras Napoleónicas, la Unificación Italiana, la Guerra de Secesión Norteamericana o incluso en la Guerra Civil Española, las bandas han sido utilizadas como símbolo de unidad en tiempos adversos.

Además, en el período comprendido entre las dos guerras mundiales, la banda de música o los ensembles de viento y percusión fueron objeto de atención por parte de grandes compositores que vieron en su particularidad sonora un utensilio de expresión artística adaptado a diversas estéticas y/o tendencias. Entre otros, autores de la talla de Ralph Vaughan Williams, Gustav Holst, William Walton, Igor Stravinsky, Léos Janácek, Bohuslav Martinu, Alban Berg, Charles Koechin, Benjamin Britten, Aaron Copland, Gabriel Fauré, Kurt Weill, Jacques Ibert, Arthur Honegger, Ottorino Respighi, André Jolivet, Morton Gould, Arnold Schoenberg, Sergei Prokofiev, Samuel Barber, Percy A. Grainger, Vincent Persichetti, … escribieron trabajos compositivos para banda o ensemble de vientos y percusión, entre 1918 y 1945 utilizando recursos estilísticos variados y eclécticos, y que supieron enaltecer la peculiaridad sonora de estas formaciones instrumentales.

Sin embargo, la mayor parte de las bandas europeas de aquellos años, entre ellas las españolas, se dedicaban a interpretar transcripciones de grandes obras sinfónicas incluidas muchas de los compositores citados, en lugar de investigar en su repertorio original. Precisamente el tema “Entre guerras” ha servido como eje de programación para el Festival MUSIKA MÚSICA de Bilbao en su edición de 2018. Sin embargo, entre los grupos invitados no hay ninguna banda que pueda aportar este repertorio, interesante no solo para la historia de la banda (y por supuesto para el propio festival), sino para la música general, pues atestigua el uso normalizado de estas formaciones en los ambientes compositivos de aquella época. La Banda Municipal de Bilbao participaba el pasado año en el festival bilbaíno cuyo lema fue la Música en Bohemia, interpretando música original para vientos de autores como Dvorak, Mahler, Julius Fucik o Václav Nelhybel. Tras ser informados del tema de este año y reservar la semana de trabajo, sin embargo la organización del festival excluyó del programa a la Banda Municipal el pasado mes de noviembre, argumentando que tenían otras ofertas de participación más interesantes. Con ello la Banda Municipal de Bilbao es la única formación musical profesional de la ciudad que no participa en el festival. Realmente incomprensible, ofensivo y muy poco respetuoso hacía una institución de ciento veinte tres años de historia. Tal vez la causa deba buscarse en la falta de conocimiento de las posibilidades artísticas de una banda de música, de su historia y de su repertorio, además de un triste menosprecio hacia su estatus como ente musical de primer orden, lo cual deja aflorar estereotipos pasados que atestiguan la ignorancia que aun se tiene en distintos ámbitos sobre la potencialidad cultural de las bandas de música.

El año pasado, importantes festivales de música incorporaron por primera vez una banda de música entre la programación de sus conciertos, sin que ésta solo tuviera la función de amenizar a los invitados, sino como formación artística al mismo nivel que las restantes. Entre ellos destacan la LXX edición del Festival de Besançon (Francia), el VI Festival Joaquín Turina de Sevilla, la XXXI edición del Festival de Música Española de León, el XXXIII Festival de Música de Canarias y el Festival Musika Música de Bilbao. Tal vez fue un oasis pasajero, pues no solo en el festival bilbaíno han renunciado a programar una banda de música, tampoco lo han hecho en la edición de este año del Festival de Canarias.

Más allá de la libertad de programación de cada festival, libre y respetable, es del todo acuciante la necesidad de normalizar la presencia de las bandas de música en auditorios, festivales, medios de comunicación, instituciones educativas, etc. Salir del concepto tradicionalista de las bandas y aprovechar las formaciones profesionales de las que se dispone sería un síntoma de madurez en la cultura musical de nuestro país, muchas veces clasista y que relega formaciones instrumentales (como las bandas) y géneros (como por ejemplo, la zarzuela) a ámbitos “gueto”. Esta guerra entre músicas solo tiene un vencedor: la involución de la propia cultura. Además pone de manifiesto la inoperancia de programadores musicales que anteponen muchas veces razones recaudatorias más que de interés artístico para confeccionar su trabajo, infravalorando el interés del público y ninguneando la formación del mismo hacia nuevas perspectivas. Las bandas seguiremos en la lucha con las armas más eficaces que podemos disponer: el trabajo bien hecho y la dignidad. No queremos guerras, tan solo pedimos un espacio para mostrar un trabajo artístico hecho con dedicación, meditado y cuyo principal objetivo es compartirlo con los demás. Es paradójico como aún hoy resulta difícil ser generoso.

José Rafael Pascual-Vilaplana
Artículo publicado en www.pascualvilaplana.com
Bilbao, 27 de febrero de 2018