[ver 2ª parte]

Letras a Telde

La penúltima conferencia del ciclo, la del profesor Natera Mayor, impartida el 23 de octubre, vino precedida en sus preliminares de una afirmación que entonces sosteníamos y que ahora no dejamos de mantener: Que cuanto se diga, se opine o se defienda en torno a cualquier texto de índole creativa siempre vendrá marcado por una estela de relatividad, de inopinada incertidumbre, que sólo podrá ser resuelta con la declaración fiel y testimonial de quien los creó. Por eso mismo, conscientes de que atrás han quedado insignes poetas a los que ya no podremos preguntar directamente por su poética, sino que habremos de deducirla a través de sus textos –con el señalado riesgo de afirmar como ciertos los indicios que no dejan de ser conjeturas-, nos apeteció ofrecer una nueva perspectiva en un foro como el que nos convocaba: Pedimos a un poeta de Telde, aunque no fuese teldense, que navegase por los mares de sus versos para que nos diese el mapa cartográfico de sus sensibilidades líricas y pesares retóricos. La voz del poeta no tiene que alzarse sólo frente a sus creaciones, sino incluso frente a sus recreaciones; de ahí la importancia de que su poética, como si fuese la Carta Magna de sus pulsiones de literariedad, quede registrada como estadio preliminar de toda cuestión inherente a su artística faceta demiúrgica.

La cuestión, repetimos, es bien clara: Se nos han ido muchos poetas buenos, muy buenos, a los que ya no podremos pedirles una visión personal de su estado creativo como la que subyace en las páginas de La singularidad de la palabra poética desde una experiencia particular que el profesor Natera Mayor nos brinda en este volumen. Impidamos por todos los medios, ahora que podemos con algunos escritores, que esto vuelva a suceder y exijámosles, en el sentido más afectuoso de la expresión, que nos regalen el pasaporte hacia las respuestas más íntimas e intensas que se pueden obtener frente a la obra literaria. Los caminos de la creación literaria son tan inextricables como las mal llamadas viñas del Señor y es menester del crítico no sólo su análisis y sus propuestas, derivadas de éste, para responder a los pesares de los lectores ante su evidente incomodidad por no saber la ruta hacia las indicadas respuestas, sino incluso el exigir al creador que se justifique, que muestre las razones y los motivos de uno de los más hermosos delitos que, a nuestro juicio, se puede uno imaginar: conmover el estado anímico y la sensibilidad de un individuo cualquiera a través de la inocencia de unos trazos tipográficos escritos con imperdurable intención. En este sentido, la labor del crítico es la de hacerle ver al autor, con las armas de sus recreaciones, los estragos líricos que ha causado y el deber que tiene de subsanar los ánimos descompuestos de quienes han marcado sus composiciones, con letras indelebles, en algún recóndito lugar de su entendimiento, para recrearse con ellas en el solaz estado del lirismo en el que todos los humanos solemos encontrarnos, en mayor o menor medida, con mayor o menor frecuencia.

En esta nueva vuelta de rosca que Letras a Telde siempre ha pretendido dar en cada convocatoria, nos parece oportuna la inclusión en estas páginas de una de las mejores propuestas que jamás se ha podido elevar para el conocimiento y difusión de nuestros escritores locales y que, de forma espontánea, en un pequeño intercambio de ideas y propósitos, nos dejó caer el profesor Padorno Navarro al rato de haber concluido su conferencia: La creación de una Biblioteca de Autores Teldenses. Con esta sugerencia –nuestro interlocutor no tenía por qué saberlo- el profesor Padorno Navarro reactualizaba en cierta medida una iniciativa que habíamos estado apuntando en distintos frentes y que, de una manera más o menos implícita, fue el motivo fundamental del ciclo de conferencias que nos ha unido. Ésta, en sus líneas más básicas, pretendía el análisis a conciencia de la producción literaria de nuestra Ciudad, con la inclusión en el estudio de autores y obras olvidados y/o desconocidos y el desmonte, con las lógicas precauciones, de la consideración generalizada que existe de que la producción literaria y crítica de nuestra Ciudad se circunscribe a una mal estudiada y, a nuestro juicio, peor denominada Escuela Lírica de Telde.

Si la literatura de Telde no puede salir de los límites que determinan los seis o siete poetas de siempre, los de la referida Escuela, y de estos la tercera parte son de verdadero renombre, convendría concluir que en Telde no ha habido una tradición literaria realmente digna de mención, que hemos tenidos a los dos o tres grandes poetas de turno, como corresponde a toda ciudad centenaria y populosa, como igualmente hemos tenido a los dos o tres músicos de turno, los dos o tres pintores, etc. En una Biblioteca de Autores Teldenses, como la que nos dejó caer el profesor Padorno Navarro, convendría dar cuenta de las escrituras vigentes, las de muchos escritores de nuestra localidad que escriben y que arrastran una trayectoria poética que conviene no dejar escapar, entre ellos la de magníficos poetas como Natera Mayor y la de otros como Sergio Domínguez Jaén, por poner un ejemplo, un poeta igualmente consagrado dentro del panorama literario canario; en prosa, Octavio Santana… o Ros Mari Baena, todo un portento literario que no deberíamos perder de vista. Y eso por no hacer mención a un período poético intermedio entre estos y la Escuela que estaría compuesta por autores como Federico Carbajo Trujillo; José Quintana; José Otero Ruiz; María de los Dolores Quintana Rodríguez, que firma con el seudónimo de «Madoki»; o lo que pudo ser un testimonio de indudables inquietudes literarias como fue Suplemento, la sección literaria de la revista Telde, publicada entre 1956 y 1957, por el Colegio Labor de nuestro municipio, nacida al amparo de Ventura Doreste gracias a la iniciativa de algunos profesores del referido centro como Juan Millares Carlo o Alfonso Armas Ayala, tal y como nos apunta Jorge Rodríguez Padrón en su conocido Primer ensayo para un Diccionario de la Literatura en Canarias. Tampoco deberíamos prescindir de lo que cabría definir como «estado previo a la Escuela Lírica», que, gracias a la Biobibliografía de escritores canarios (siglos XVI, XVII y XVII) de Agustín Millares Carlo y Manuel Hernández Suárez, quedaría compuesto por auténticos desconocidos de nuestras letras locales como Juan de Jaraquemada, Domingo Pérez Macías, Lucas Ramírez y Rodríguez, José de la Rocha Alfaro, Agustín Romero de la Coba, los hermanos Martínez de Escobar y tantos otros cuyos testimonios literarios piden una oportunidad para que alguien los escrute y les dé el valor que realmente se merecen.

Si pedimos en su momento a Luis Natera que nos hablase de su poética es, además de las razones ya esgrimidas, porque estamos convencidos de que lo que ha de ser la Biblioteca de Autores Teldenses necesita nutrirse del aporte de autores como éste, porque Natera, en el fondo, es una prueba más, junto a otras de igual valía, de que la literatura española hecha en Telde, por teldenses o con nuestra Ciudad como motivo no se puede ni se debe circunscribir a los escritores de siempre, sino que debe expandir sus miras en otros realizadores de contrastada calidad que sólo requieren del necesario espacio temporal para que sus producciones calen en el sustrato de la vetustez, condición, al parecer, indispensable para que algunos especialistas empiecen a tomar en cuenta una obra literaria. Luis, por mor de este experimento crítico-literario que envolvemos bajo la denominación de Letras a Telde, se ha convertido así en el símbolo de una nueva y necesaria perspectiva hacia los estudios literarios en nuestra Ciudad y los resultados, como se verifican en su artículo, no pueden dejar de ser esperanzadores.

El último trabajo que conforman estas Actas fue expuesto hace bien poco, el 29 de noviembre, y se trata de una propuesta muy concreta que sabíamos de antemano que la profesora Mateo del Pino no iba a poder negarse, a pesar de que la tarea que debía realizar no era nada sencilla. En las páginas de su A través del espejo. La crónica literaria en Hilda Zudán se percibe el inmenso esfuerzo que ha supuesto el trazo de un recorrido existencial y literario para esta prácticamente desconocida escritora que nuestra conferenciante articula en el análisis de su obra en prosa, fundamentalmente el texto que constituyó su Memoria de Licenciatura, que la teldense presentó en Madrid en 1926, y las crónicas literarias publicadas en El Defensor de Canarias entre 1921 y 1923. Es necesario resaltar esta seria y elaborada incursión en las señaladas crónicas de esta autora porque, como afirma la profesora Mateo del Pino, a través de ellas «podemos conocer al particular y específico sujeto literario que ha producido los textos», que los dota de dimensión estética y que cumplen con la función de interiorizar o literaturizar, como nos afirma, la realidad, ya que aprovecha a «interrogar a lo inmediato, preguntarse a sí misma y hurgar en su conciencia».

Con este artículo de la profesora Mateo del Pino ponemos punto y final, esperemos que, de momento, a un ciclo que ha colmado gran parte de nuestras expectativas. Es posible que la enorme montaña de buenos y hasta cierto punto utópicos propósitos no se haya logrado; pero no es menos cierto que lo fundamental, lo previsto, sí ha sido posible conseguirlo. Por un lado, gracias a las gestiones de la Concejala-Delegada de Educación y Cultura del M. I. Ayuntamiento de Telde, Gregoria González Valerón, y del Jefe del Negociado, Luis López, cuya tarea al frente de todo lo que tenía que ver con la gestión económica y logística del evento merece ser convenientemente destacada; por el otro, gracias al esfuerzo y dedicación de nuestros conferenciantes y al estímulo constante que siempre ha recibido Letras a Telde, 1351-2001 por parte de sus destinatarios, ese público fiel que con su presencia e intervenciones ha contribuido a generar un foro literario en el que se ha testimoniado, al margen de sus opiniones e inquietudes, la necesidad de que esta iniciativa literaria que nos ha ocupado durante el año al que le restan días para diluirse se retome, quién sabe cuándo, y con ello volvamos al noble ejercicio de precisar, ampliar, difundir y homenajear a nuestras letras teldenses.