Segunda parte del texto que se compuso como preliminar del poemario Horizonte de Diana Fleitas Rodríguez, publicado por Beginbook Ediciones, cuya presentación estaba prevista para el mes de abril y que, por las actuales circunstancias, se ha pospuesto para otra fecha no fijada todavía.

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Horizonte de Diana Fleitas Rodríguez
1ª edición: abril 2020. ISBN: 978-84-17890-71-1

 

Por deformación lectora (el grueso de mis lecturas poemáticas se asienta en siglos pretéritos), debo reconocer que incurro de manera inadvertida en el error de leer textos líricos aceptando de manera apriorística que la persona destinataria del amor, del odio, de la experiencia lírica… es una mujer, cuando puede ser un hombre. En “Nacer, vivir, morir”, por ejemplo, ¿quién asume la exposición? ¿Quién habla a quién? ¿Un hombre a una mujer? ¿Viceversa? ¿Dos mujeres? ¿Dos hombres?

Presta atención a la voz expositiva, la voz declarante, la voz que calificaríamos en un relato como “narrativa”. Alguien “cuenta” la experiencia lírica. ¿Quién? Conviene atender a esta cuestión porque en poesía suele asociarse a la autoría del libro esta voz, y así no debe ser. Si pensamos que la voz de este poemario viene presidida por Diana, el universo expansivo de la experiencia lectora, que abarca la interpretación y la connotación, se vería reducido y nos conduciría a conclusiones que, quizás, por un lado, fueran inexactas y, por el otro, sin quizás que valgan, improcedentes, pues la lectura literaria requiere de la asunción de ciertos parámetros de distancia para que no se confunda con una mera relación biográfica. Aunque sepamos que el fondo de la materia literaria esté compuesto por una sensibilidad poética de naturaleza personal, separa quien cuenta de quien escribe.

Insisto: alguien “cuenta” la experiencia lírica; y aunque nos sintamos el centro de atención por ser lectores, lo cierto es que la voz interviene dirigiéndose a unos “personajes”; o sea, unos destinatarios que, de alguna manera, reciben su mensaje. Nosotros, los lectores, insertamos estos agentes comunicativos (voz y destinatarios) dentro del conjunto global que representa el mensaje. Es así como nos convertimos en destinatarios. La autora se erige en esta relación en emisora.[1]

¿Quiénes son estos “personajes”? ¿Cuántos tienen un espacio en las páginas del libro? No hay un patrón definido, un perfil específico, un receptor que sea posible trazar con una cierta homogeneidad. Un viaje a través de estos receptores secundarios (aceptemos que los primarios somos nosotros) nos enfrenta a un poemario, el que nos ocupa, muy variado: múltiples son las voces; múltiples, los oídos que las oyen; y múltiples, esperemos, han de ser los ojos que las lean.

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Esa voz declarante a la que aludo da forma a una poesía de impresiones, de líneas líricas centradas en un instante del que no sabemos cuándo se produjo ni cómo sigue tras la expresión poética. Leo los versos de Horizonte y, en muchas ocasiones, me planteo que son, en sí mismos, composiciones “in media res”; y que, por eso, porque por su brevedad claudican de los principios y los finales de la experiencia poetizada, los suyos son versos que, en el fondo, no resuelven dudas.

Hay momentos en los que siento que su lectura se vuelve análoga al cotidiano acto de asomarnos para ver lo que hay en la calle, echar una mirada rápida a todo cuanto podemos ver, volver al interior y quedarnos con las imágenes dispersas que, sin saber muy bien cómo, se han retenido en nuestra memoria. Más tarde, volvemos a asomarnos para comprobar si todo está tal y como nuestro intelecto lo atrapó la primera vez. En esta analogía, la ventana, el balcón, la barandilla… son las páginas y lo que se queda, que luego nos impele a volver, esas líneas líricas que deben ser leídas prestando una especial atención a cómo la intensidad metafórica transforma el poema en un conjunto de impresiones, de golpes de vista que se ubican en los jardines poéticos que conservamos los lectores.

Esas imágenes que nos quedan, esas impresiones, honda proyección creativa en su conjunto, están impregnadas de un tono oscuro que, como el mar nocturno, se expande y se funde con todo lo que carezca de luz, ya sea el cielo; ya, la tierra. Horizontes es un poemario oscuro, conviene destacarlo: los campos semánticos presentes en los mensajes poéticos (música, gramática, sentimientos…) son oscuros; y las dualidades antitéticas que se sitúan en los extremos de las balanzas emocionales (libertad frente a esclavitud, día frente a noche, olvido frente a recuerdo, vida frente a muerte…) también son oscuras.

Y, sin embargo, qué giro al final para la esperanza, qué diáfano espacio para la supervivencia del corazón lastimado: los versos son oscuros, sí, pero el testimonio en prosa que cierra el libro, titulado “Volk(arte)”, es en cambio muy luminoso. La travesía por el desierto nocturno de lágrimas, desengaños, tristezas y de evocaciones que conducen a la melancolía de los adioses y a la furia de los «hasta nunca», concluye con el amanecer de las amistades en torno a una melodía.

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Concluyo. En este ejercicio que he asumido y que me lleva a compartir contigo aquello que considero digno de ser resaltado tras mi lectura de la obra de Diana, llego al punto donde formalizo la antología que todo lector hace cuando lee poemas. Una antología que surge de las abundantes marcas de lápiz (una equis, un asterisco, un subrayado) y de las no escasas anotaciones; una selección que responde al propósito de salvar a toda costa del posible naufragio de la memoria, que nos lleva a no recordar lo leído tras mucho tiempo, aquellas composiciones que nos reconfortaron. En esta etapa de mi vida,[2] son estas las piezas de mi particular florilegio:

―“Lugares”. Es el único poema que yo recuerde con una localización espacial muy concreta: Las Palmas de Gran Canaria. La ciudad se proyecta en la figura de una mujer con partituras que camina hacia el Conservatorio (San Telmo, Triana…). La música que porta, cual aroma, inunda los lugares por donde transita.

―De “Brisa” me gusta la idea de que el aire (el canal por donde se difunde la música) da vida. El aire de la persona amada, nos viene a decir, da vida. Como el soplo divino que, según el mito, convierte en hombre existente al barro.

―“Tú, yo” es uno de mis favoritos, pues se adentra en el valor de lo que, aparentemente, es insignificante. Una conjunción (una palabra que parece estar en franca desventaja frente a la opulencia connotativa de los sustantivos y los verbos), una simple conjunción, repito, determina la diferencia entre la verdadera unidad y la mera complementariedad.

―En “Mitología”, podemos ver cómo la figura de Atlas, quien carga el firmamento, sirve para establecer una analogía sobre cómo deben ajustarse los pesos en las relaciones: más que sujetar, lo que procede es abrazar.

― “Olvido desbloqueado” y “Cuestión de tiempo” participan de una reflexión profunda sobre la vida y su inevitable transcurrir, sobre lo que hemos sido, somos y dejaremos de ser.

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El último tramo de este viaje de convicciones ya no lo hago de la mano de Diana, sino de Beatriz, la ilustradora ilustre que, de manera exquisita, ha dado forma visual a algunos de los cuarenta y tres poemas que se hallan dentro de siete poemarios encerrados en un tomo. Pasea por las páginas donde la imagen sustituye a la palabra. Ahí también hay poesía.

Todo, absolutamente todo cuanto descansa ahora en tus manos curiosas y que tus ojos contemplan es simple y llanamente poesía; poesía que, contigo, en tus manos, en tus ojos, en tu corazón e intelecto, es para ti. A ti te ha de corresponder ahora, pues, la lectura, el leerte, el verte y el seleccionar aquellas piezas que desees conservar para la posteridad. Aquí, ahora y esto, el principio de un extenso y florido campo.




[1]. Elementos de la comunicación dentro de elementos de la comunicación, como una gran matrioska. En el teatro es donde mejor se percibe esta jerarquía; en la novela, en menor medida. Es en la poesía, en el género lírico, donde suele desatenderse, perdiéndose así en numerosas ocasiones valiosas claves que ayudan a comprender las estrofas.

[2]. Nos descarto ninguna relectura posterior que modifique mi actual elección.