IN VINO VERITAS: EN EL VINO ESTÁ LA VERDAD, AFIRMABAN LOS LATINOS

suenos_de_bacoLos clásicos continúan entre nosotros, quizás porque son los mejores intérpretes de la condición humana. 

Y será por eso por lo que una vez más el curador-comisario de esta exposición Diego Casimiro junto con el Centro Canario de Estudios Caribeños, el Taller de Poesía “Espejo de Paciencia” y  el área cultural D.C., han elegido para esta colectiva un tema de la literatura, del teatro, de los personajes de la antigüedad clásica. Le han pedido al dios del vino, del instinto y del subconsciente, al dios Baco que se una a nosotros para juntos compartir los gozosos placeres, la fiesta perpetúa a la uva, el baile en los lagares, el deseo de regocijarse con los hechizos del mundo, la alegría favorecida por el delirio que produce el vino, el ímpetu. Le han pedido que nos conduzca a un mundo mejor. A la catarsis.

Y nos han invitado a una exposición inspirada  en una fuente casi eterna, la mitología.  Recordemos a Baco adolescente de Caravaggio, en la galería Uffici de Florencia, los Borrachos de  Velázquez en el Museo del Prado o el Sileno Borracho de Rubens  entre otros muchos en la pinacoteca de Munich.

A disfrutar de una exposición que está compuesta por 27 obras, con pintor@s  procedentes de nuestra isla y fuera de ella, como Cuba, Estados Unidos, Uruguay, Francia, Filipinas, Lanzarote y Tenerife.

A sumergirnos en lienzos en donde el vino nos introduce al amor, a las recreaciones mitológicas, la mayoría figurativas dentro del realismo, será porque la figuración se ha puesto de moda, pero también hay una pequeña muestra de surrealismo, expresionismo, abstracción, electrografía, collage.

Una exposición que ha sabido transmitir la alegría y los estados de ánimo, los sentimientos y las pasiones, el amor gozoso de los convites. Las Bacantes sensuales, los destellos del color y las referencias simbólicas a las fiestas Bacanales.

Predominan los desnudos como los enamorados a carboncillo de Atteneri y la criolla de Dagne, adornada con racimos de uvas que cubre el Monte de Venus con una hoja de parra o el de Donna Worfield Smith sentada en un témpano de hielo a la espera de Baco, a la espera de esa naturaleza sabía que siempre vuelve a engendrar el Hábitat.

Y hablando de sueños, Isabel Echevarría nos presenta el sutil y ligero sueño de Ariadna aunque Irene García prefiere aguardar dentro del sueño de Baco con un desnudo integral que lleva relieves realizado con gel y hojas naturales.

Paco Ramírez engrandece el desnudo de Dioniso, un lienzo casi monocolor en tonos azules- verdosos, con formas y relieves de pámpanos que simbolizan la inmortalidad, y Ángel Barrios nos plasma sátiros entre un dios ebrio que simboliza la frivolidad de los borrachos y su crueldad en la figura de la pantera. Tigres plasma Juan Antonio Hernández en su versión particular de la escena del carro de Baco. Un desnudo de un adolescente revoltoso que coronado de hiedra abre una pipa de vino y riega el mundo. Y otro dios el de Lola Romay con racimo de uvas y copa. La pintora centra la obra en el rostro, en sus ojos. Y “Aulaga” José Perdomo nos presenta al joven Baco, intentando superar los obstáculos y las timideces. Y más símbolos, esta vez el de la prosperidad de Alicia Santana con un “cuerno de la abundancia” repleto del elixir embriagador.

Y volviendo a los sueños José Francisco Sosa Serván transforma el Sueño de Baco en una vendimiadora que recoge la cosecha del 53. Un óleo de estilo romántico que muestra una visión subjetiva de la realidad. Asimismo Felipe Pérez Expósito crea una visión simbólica de Baco, a lo Jardín de las Delicias y dentro de ese simbolismo observamos unas pinceladas de optimismo y fantasía. Y hablando de ensueños Javier Rodríguez López nos trae otro cuadro con un aire naif que tiende al detalle, a la curiosidad. Botellas que están bajo racimos de uvas y nubes con bordes redondeados y bien definidos que se transforman en unos hilillos que caen en forma lluvia.

Y encarnan el sueño Dunia Sánchez recordando a Juan Ismael y Margarita Barreto que nos ofrece un ser imaginario, distorsionado  al estilo picassiano. Otros como Sergio Estévez nos sugiere que despertemos de la lujuria que entra en el subconsciente de Baco. La técnica de la obra es la electrografía a la que el artista alemán Jürgen Olbrich afirmó sobre este arte: “la copia es más bella que el original.

Y volviendo a los desnudos o semidesnudos, Elisa Cabrera nos presenta una Ariadna junto al mar y un faro que podría representar la luz como generadora de vida y Elva Ramírez Brandón nos deja un torso de mujer que esconde la mirada entre parras mientras quizá recuerda aquel poema de Nicanor Parra: Si me dieran a elegir/ entre diamantes y perlas/ yo elegiría un racimo/ de uvas blancas y negras.

Uvas en un racimo de Elena Robayna. Nos ofrece la fruta madura y repleta de zumo con un realismo  tal que podríamos decir que ha logrado una belleza igual o superior a la realidad. Y también podemos ver la mesa dispuesta con racimos de uvas y la jarra de vino de Emilio Almoguera. Una obra en la que quiero destacar la armonía que desprende, así como el haz de luz que ilumina y alumbra la historia que quiere contar.

Y no podía faltar el recuerdo a los mosaicos romanos, presuntamente inspirados por las musas, como es el racimo de uvas en blanco y rojo de Marimar Duarte. También podemos disfrutar del atleta coronado con su laurel que nos ofrece Nicolás Padrón, brindando al gozo de la vida.

Pero algunas veces para que la pasión llegue es necesario el conjuro al deleite que produce el vino  y que toman Baco y Ariadna en la obra de Marie Carmen Pascual cuando el vino es el del bueno: Istud vinum bonum. También llega en el lienzo de Zoraida Rodríguez, una muestra expresiva que se  apoya en la seguridad del dibujo y en la receptividad de la lírica. O las metáforas poéticas de Carlos J. Maza en una escena de mujeres pisando las uvas mientras los hombres disfrutan de la bebida. Hecho fiel de lo que era la Vendimia o entre lo que él percibe y lo que pinta.

Foto de Rosario Varcárcel

Rosario Varcárcel

Los Sueños de Baco es una exposición en donde se utiliza la mitología como motivo, en donde desfilan dioses, danzantes que se disfrazan y se embriagan. Una colectiva pictórica que exalta el mundo de Anacreonte,  su lírica, ese tono hedonista que canta a los placeres del amor, al vino, a lo sensorial con toques de erotismo, al colorido intenso y al paso del estío al otoño, a la vendimia. Una muestra que provoca el juego de la imaginación de Baco, el fuego  de su deseo que se enciende y se refrena. Una exposición en donde nuestros pintores han desmitificado a los dioses como seres divinos y los han convertido en mortales.

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