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Pues sí, aquella fue nuestra primera aventura radiofónica, de Lola y mía, como protagonistas. Enseguida empezamos a mascullar la posibilidad de hacer un programa de radio. Nos pusimos a trabajar en un proyecto. La música, el rock en sus más variadas acepciones, siempre fue fundamental para nosotros. Vivimos en Madrid el nacimiento y desarrollo de la movida madrileña con extrema implicación.

De otra parte, llevábamos casi cuatro años en la capital grancanaria. Éramos conscientes de que la oferta cultural para una ciudad de sus dimensiones no estaba mal. Salas de exposiciones privadas y oficiales, multicines, algo de cine independiente entre el CIC y la incipiente Filmoteca, museos, algunas actuaciones en directo, teatro en el CIC, el CICCA, el Galdós… Era posible estar ocupado toda la semana, como lo estábamos nosotros. Íbamos a casi todo, pero en ningún sitio acudía mucha gente, quizá sólo a las inauguraciones de salas de exposición oficiales como La Regenta -el CAAM aún no existía-. Es decir, actos de canapé, copa y amistades del artista. Alguna vez hasta nos veíamos solos en una sala. ¿Fallaban los canales de comunicación o la gente no estaba interesada en estos espectáculos? Nunca lo hemos llegado a saber. Sea como fuere, la información era y es necesaria. Así surgió nuestro proyecto para hacer En Bandeja de Plata. Tendría tres apartados diferenciados pero entrelazados: rock canario, actividades culturales y un personaje del mundo de la cultura canaria (nuestro Eslabón Perdido). Había muy poco rock editado en el año noventa de bandas canarias. La idea era programarlo, pero centrándonos sobre todo en grupos que empezaran, buscarles un espacio donde presentar sus maquetas. Las radios comerciales de música no admitían –ni admiten todavía en muchos casos- las maquetas, aunque parezca increíble. Esas emisoras tan oídas, las radiofórmulas con 24 horas de música, tienen una máxima: no pinchar nada que no se pueda comprar en El Corte Inglés –o similares-. Es lógico, ¿cómo van a poner discos no publicados, grupos que no están en ninguna casa discográfica cuando ellas son la voz de su amo? Para qué escuchar canciones que no están editadas comercialmente, que no se pueden comprar, que no generan dinero, en fin. Eso sí, ya se han especializado y cada emisora de las grandes apoya a determinados artistas, según de qué casas, pero sin exagerar mucho para que no se note demasiado. Las discográficas independientes tienen, pues, el camino de las radios independientes, de modo que éstas y las comerciales son mundos que no se tocan salvo en contadísimas excepciones: Australian Blonde –aunque luego hayan vuelto únicamente al circuito independiente-, Dover, y ahora quizás suceda con Sidonie, ¿quién sabe?. Por eso el problema de mp3 y Napster sobre la difusión gratuita de la música en la red es complejo. Para los grupos que empiezan y a los que nadie les hace caso, ni radios ni discográficas, es el cielo, el único paraíso posible. Es una manera de darse a conocer; sus temas pueden conseguirse gratuitamente –si ellos así lo desean- y eso les beneficia, les abre puertas. Para los consagrados sí es un problema. Pero el conflicto realmente, ¿quién lo tiene?: ¿el artista o la casa discográfica?. Evidentemente los dos, pero muchos piensan que a las discográficas hay que machacarlas de alguna manera. Durante decenios nos han estado robando a base de vender un producto con un coste mínimo a unos precios exagerados. Ahora sabemos lo que vale un disco (y no me estoy olvidando de las horas y medios técnicos de grabación). Se les ha terminado el robo sangrante: para muchos consumidores, pues, bienvenido Napster y similares. Es cierto que el artista sí sufre las consecuencias; pero, ¿qué artista?: ¿el que gana miles de millones de pesetas?. El noventa y cinco por ciento de los músicos reciben menos de 500.000 pesetas al año por sus derechos de autor. Esos son los que realmente pierden, pero de esos artistas, ¿cuántos son pirateados? Ninguno o un número muy pequeño. Los verdaderos perdedores quizás sean esos que venden cinco, diez o quince mil copias, que generalmente están en discográficas independientes. Ahí está el verdadero problema, un problema de ámbito reducido. No obstante, está claro que la industria, el capital, todo lo absorbe, y Napster ya está negociando con las grandes. En poco tiempo estará del otro lado porque recibirá una generosa oferta económica. Pero esto no acaba ahí, vendrán nuevos Napster –ya los hay- y la cadena volverá a comenzar. Resumiendo, el top manta es una mafia que explota inmigrantes, las discográficas son otra mafia pero mucho mejor organizada. Por medio están los derechos de autor, el respeto a la autoría artística, y al empresariado discográfico no se le ocurre otra cosa que intentar crearnos una conciencia de culpabilidad –muy cristiano por otra parte- por consumir productor del top manta. No piensan en bajar el precio de los discos o en repartir la tarta de tal manera que el creador se lleve más de ese 6% que hasta hoy le corresponde.

Sí, el tema de las maquetas era fundamental para nosotros. Radio España FM Onda 2, de Madrid, fue la cuna, la emisora oficial de la movida madrileña. Se nutría de maquetas de esas bandas que empezaban. No tenían disco pero sonaban a diario: Los Zombies, Alaska, Tos/Los Secretos, Los Bólidos –que nunca llegaron a grabar-, Mario Tenia y Los Solitarios, Nacha Pop, Radio Futura –aunque éstos al principio no fueron muy maqueteros- y tantos y tantos otros. Por otra parte, nuestro maestro directo fue Jesús Ordovás. Él ya estaba en esa emisora antes de ir a Radio 3. Su programa usaba la sintonía de los Bobby Fuller Four, Combatí la ley (“I fougth the law”), y además de muchos grupos nuevaoleros él fue el impulsor de Los Ramones. Los ponía a destajo. Con esa escuela estaba claro que las maquetas tenían que ser la parte fundamental de la música del programa. Y es que no podía ser de otra manera, no había discos canarios de rock.