Fragmento de una foto de Dschmieding

Fragmento de una foto de Dschmieding

En una entrevista concedida al diario El País, el aclamado compositor y director de orquesta Piere Boulez, genio vivo indiscutible de la creación de vanguardia, se queja públicamente del trato discriminatorio que recibe el arte sonoro contemporáneo frente al arte visual. Esta es ya una reflexión antigua que en su boca torna joven e irreverente.

A Boulez le gusta ayudar a los que vienen, dice, como no lo hizo nadie con él. Inocular ese virus de la transgresión, casi violenta, en la música. Aunque después de tantos años, por la pésima educación musical que hay “en todos los países”, todavía suene a chino lo disonantecomenta Daniel Verdú en la entrevista que le hace por teléfono -.

Y eso es algo que le molesta mucho. Por ejemplo. ¿Por qué Jackson Pollock forma parte del lenguaje cultural moderno y György Ligeti no? “Eso es lo que más me decepciona. El arte moderno en general está más expuesto al ojo público que la música. Es mentira que a la gente no le guste. Recientemente en Chicago toqué el concierto para violín de Ligeti, y fue un éxito…

…Y ese alejamiento no tiene que ver con la dificultad de uno y otro lenguaje… …Algunos periodos de Kandinsky, por ejemplo, son exactamente igual de complejos y pertenecen a la misma época que Schönberg. Mire, la gente está abierta a conocer cosas nuevas. El problema son las instituciones que a veces no las programan…

El artículo no tiene desperdicio ya que pone de manifiesto una triste obviedad. Y la obviedad es que la música contemporánea no se programa, y las pocas veces que se hace, se hace a regañadientes y sin tomársela en serio, como pasó recientemente en el Festival de Música de Canarias y el bochornoso espectáculo que brindó la Mariinsky Orchestra bajo la batuta de Valery Gergiev con el estreno del Concierto para clarinete nº 2 de Nino Díaz.

El maestro advierte, además, que en estos momentos de crisis los programadores apuestan más por el conservadurismo para llenar sus salas de conciertos. Además, los grandes clásicos no pagan derecho de autor y se ahorran un 10% en los costes.

…Pero no busquen soluciones al conservadurismo imperante en el pop o el rock, focos de interés musical de la mayoría de jóvenes… …Tienen algo que expresar… pero es un vocabulario muy limitado. Además, se convierte en algo muy popular enseguida…

Por el contrario, en las casas de ricos magnates del sobre y del desahucio, cuando irrumpen las televisiones en sus salones y hasta en sus retretes, podemos encontrarnos obras visuales rabiosamente contemporáneas, ya sean pinturas, esculturas o fotografías, mientras suena en el hilo musical ecos lejanos del pasado o, peor aun, cualquier memez en cuatro por cuatro.

Tal vez la respuesta, admirado Boulez, es que el arte visual es una inversión para el bolsillo mientras que el arte sonoro lo es para el alma… y pudiera ser que en la actualidad haya más gente con bolsillo que con alma.

Foto: Dschmieding