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La cultura rural de las islas guarda una riqueza etnográfica de indiscutible entidad y calidad. Cada pueblo, cada cortijo, cada caserío, presenta peculiaridades únicas, manteniendo hábitos inmemoriales por medio de la tradición oral. Hasta hace muy poco tiempo esta costumbre era la única que permitía conservar y transmitir de padres a hijos gran cantidad de acontecimientos, cuentos, tradiciones, usos y formas de ser propios, relatados a través de la niebla del tiempo de generación en generación.

Este saber tradicional de base fundamentalmente oral empezó a tambalearse y desaparecer progresivamente a partir de los años sesenta con la llegada del turismo y el arruinamiento de los medios clásicos de la economía isleña: agricultura, ganadería, pesca y empleos artesanales, en aras de una vida más cómoda y moderna. Además el traslado precipitado de mucha de la población de los núcleos del interior a nuevos pueblos crecidos rápidamente en la costa, a la vera de la industria turística, combinado junto con los medios de comunicación que traen la visión de otras formas de vida ajenas, llevan a la visión de una aldea global que uniformiza a las personas  y desarraiga a las culturas independientes.

La tradición oral en Canarias se conserva todavía deshilachada en la memoria de nuestros mayores que fueron partícipes y actores de esa cultura en trance de desaparecer. Esa tradición está inédita en su mayor parte, debido al carácter intrínseco de la misma que requiere contadores de historias y audiencia para ellas. Los narradores tienen cada vez menos público que escuche con agrado sus relatos, con lo cual será la desaparición física de éstos la que señale el fin de muchos cuentos, pues al no estar escritos desaparecerán sin remedio.

Hasta hace pocos decenios era normal ver a muchos ancianos sentados en las plazas públicas o a las puertas de sus casas relatando sus avatares, sus leyendas y sus cuentos, y además era bastante curioso comprobar que tenían público, especialmente infantil, que los escuchaba con atención y respeto.

Desafortunadamente esta costumbre va desapareciendo progresivamente y cualquier anciano al que se le solicite  narraciones o historias del pasado reaccionará con suspicacia y desconfianza la mayoría de las veces.

Por eso tiene un valor excepcional el hallazgo de un narrador dispuesto a compartir y contar sus historias de antes. El cuento de » El Corral de los Garañones» lo escuchó mi amigo Javier Gil Rodríguez (quien me regaló la primicia) por primera vez hacia 1988 en la palabra de José García Perera, pastor de la zona de Amurga. Después la volvimos a oír en boca de otros pastores. Unos la conocían mejor que otros, pero el núcleo de la historia no cambiaba, por lo que dedujimos que el relato tiene raigambre y tradición en la zona. Nosotros nos hemos quedado con la versión del citado José García Perera y la de Jacinto Ortega para transcribirla.

 

Amurga

Pero antes de relatar la historia propiamente dicha, situaremos al lector sobre el terreno: Amurga es una isla dentro de la isla. Es un imponente macizo rocoso situado al sur, dentro de la Caldera de Tirajana, emergiendo del terreno circundante hasta los 1131 metros de altura en la meseta del mismo nombre, estando limitado al oeste por el Barranco de Fataga, al este por el Barranco de Tirajana y al sur por el mar. El nombre de Amurga, como quedó dicho, se aplica a la  cumbre  y por extensión a toda la zona desde lo más alto hasta la costa. Así las localidades de Tarajalillo, Aldea Blanca, La Barrera o el Lomo de Maspalomas pertenecen a la unidad geográfica de Amurga.

No sabemos con total seguridad el significado del topónimo Amurga y aquí apuntamos las diferentes posibilidades:

Origen castellano

Es el menos probable, pero citaremos la definición del diccionario de la Real Academia de la Lengua de una palabra de fonética similar, Amusgar: Echar hacia atrás las orejas el caballo o el toro, etc., en ademán de querer morder, tirar coces o embestir.

Además es oportuno apuntar que los pastores denominan a una cabra sin orejas como una cabra murga o un macho murgo.Para este significado no hemos encontrado ningún sinónimo o explicación en diccionarios de lengua castellana.

Origen pre-hispánico:

Es más probable, aunque no estamos completamente seguros de que las posibilidades que aquí apuntamos sean próximas al significado real del término. En los diferentes manuales de lengua Amazigh (bereber)[1] que hemos consultado, los términos más próximos son el sustantivo Almuggar: Feria anual, lugar de encuentro, romería, y el adjetivo Amgar:  Grande.

En la isla de Gran Canaria se encuentran dos topónimos de similares características; a saber: uno es el ya citado Amurga, con las variantes Murga, La Murga y el otro es Amurgar, situado en La Aldea.

 

Modus vivendi

La zona de Amurga era propiedad comunal de toda la isla[2]. Cuando el frío apretaba en las cumbres los pastores tiraban para esta parte de la isla, que en los años buenos tiene asegurada el pasto y el agua. La actividad económica de estos lugares -aunque ahora están casi deshabitados- era, hasta hace bien poco, intensa. Existían grandes ganados, predominantemente de cabras, ovejas y cochinos.  Acudían a Amurga pastores procedentes de las zonas lejanas como Valsequillo y Corral de los Juncos o de zonas más próximas, como ganaderos de Gitagana, Artedara, Fataga, Aldea Blanca o Lomo de Maspalomas. Además habían carboneros que carboneaban entre el pinar y los hogarzos, salineros y pescadores en la costa y pequeños agricultores en vegas aisladas.

La vida diaria de los pastores incluían el encuentro regular entre ellos, con peleas de carneros, apañadas de ganado guanil, así como el intercambio de relatos y cuentos. Una de las historias que se contaban es la que da título a nuestro artículo: «El Corral de los Garañones».

Este topónimo aparece por primera vez -o por lo menos esta el la referencia más temprana de la que disponemos- en el año 1785[3], cuando el nombre se menciona en los archivos sobre los pleitos sobre la propiedad de las tierras de Amurga; ya que unos pocos querían quedarse con lo que tradicionalmente había sido propiedad comunal de todos los vecinos de la isla.

Cabe decir que gracias a las transcripciones de estos pleitos han llegado hasta nosotros muchos términos de la zona. Otros se han perdido para siempre.

Garañón tiene un significado claramente ganadero: con el se designa a un animal doméstico macho destinado a la reproducción, un semental equino, sea asno, caballo o, incluso, un camello. En Canarias la denominación se aplica también a los machos cabríos. Y hemos  escuchado a algunos pastores decir: «El caballo está engaroñado», queriendo significar que el caballo está dispuesto a cubrir a la yegua. Cuando inquirimos a nuestros informantes por el origen de la denominación del Corral de los Garañones, ninguno nos aclara su origen o el porqué de tal nombre. Este topónimo no aparece aislado y conocemos en la isla de Gran Canaria  otras localidades que comparten términos parecidos: Lomo Garañón en el municipio de Mogán y Los Garañones cerca de la presa de Hornos, en Los Llanos de la Pez y Pargana.

Antes de contar la historia debemos describir someramente el «Corral de los Garañones». Según nuestros informantes, la estructura original ha sufrido diferentes acondicionamientos que la han ido modificando a lo largo de los siglos. Según el pastor José García Perera, el aprisco que él primeramente conoció estaba formado por dos corrales unidos entre sí. Fue la propia familia García Perera la que amplió el corral, dándole la planta actual rectangular, quedando justo en el medio los cimientos de las antiguas paredes. (Ver foto número 1)

Asimismo hemos rescatado gracias a la colaboración de los pastores ya citados muchos otros topónimos sonoros e inéditos de la zona -Corral de la [A]Bejera, Lomo de la Macha, Cueva del Corral, Morro de la Sabina-, la mayoría relacionados con la economía pastoril, que quedan reflejados en el mapa adjunto. Desde estas líneas expresamos el agradecimiento a dichos pastores por su inestimable ayuda para conservarlos.

 

A continuación transcribimos el relato central de nuestro artículo, adaptado ligeramente al ser escrito:

 

El Corral de los Garañones

 

«Cuentan que había un pastor de Amurga que decidió irse a la isla de Cuba, bien por que no le gustaba la dureza de su oficio o porque varios años secos habían arruinado su ganado, para conseguir un pronto enriquecimiento que se le negaba en su propia tierra. Su padre se quedó con el resto del ganado en el mismo lugar y él se embarcó rumbo a La Habana.

Tras un tiempo en la isla caribeña nuestro pastor no hacía fortuna y la vida era tanto o más dura que en Canaria[4].

Dicen que en Cuba hay mucha brujería[5], así que el hombre en busca de fortuna decidió acudir a un brujo sajorín[6] para ver si podía poner remedio a sus tribulaciones.

El brujo le dijo:

-La fortuna suya está en Canaria.

-¿En Canaria…? Si yo vengo de allá en busca de mejor suerte…

-Sí, sí señor, en Canaria está su fortuna. Y le voy a decir dónde. Está en el Corral de los Garañones, en Amurga. En el centro hay una piedra grande y en ella se echa todos los días un macho rucio, que entra primero que el resto del ganado.

-¿Y qué es lo que hay allí? -preguntó el pastor, intrigado por que el brujo le señalaba un lugar que conocía bien.

– Pues allí está la suerte suya. Usted se lleva agua bendita[7] y con ella rocía la piedra, luego la rompe y ahí encuentra la fortuna.

El pastor no tardó en regresar de Cuba a Canarias. Se reunió con su padre y su ganado y pone en obra lo que el brujo le había indicado.

Primero sacan el ganado a pastar y al traer de vuelta el ganado hasta el Corral de los Garañones observan que el primer animal que entra por la puerta es el Macho Rucio y se echa sobre la piedra. El pastor trajo agua bendita y roció la piedra con ella. Luego con un marrón la rompió en dos. En el interior de la piedra rota había un zurrón lleno de monedas, llenito de dinero.»

 

Esta increíble historia de clarividencia es conocida por muchos pastores de la zona y ninguno de nuestros informantes nos ha podido aclarar si tiene una base real o quién y cuándo empezó a narrarla. Cuando estábamos a punto de archivarla como una más de tantas curiosas y valiosas historias orales de nuestra tradición, hemos descubierto, casi por azar, un cuento escrito por Jorge Luis Borges, basada en una historia de Las Mil y Una Noches, que nos ha causado mucha curiosidad por sus similitudes. A continuación transcribimos el relato para que el amable lector pueda apreciarlo por sí mismo.

 

Los dos que soñaron

 

Cuentan los hombres dignos de fe (pero sólo Alá es omnisciente y poderoso y misericordioso y no duerme) que hubo en El Cairo un hombre poseedor de riquezas, pero tan magnánimo y liberal que todas las perdió menos la casa de su padre, y que se vio forzado a  trabajar para ganarse el pan. Trabajó tanto que el sueño lo rindió una noche debajo de la higuera de su jardín y vio en el sueño un hombre empapado que se sacó de la boca una moneda de oro y le dijo: «Tu fortuna está en Persia, en Isfaján; vete a buscarla». A la madrugada siguiente se despertó y emprendió el largo viaje y afrontó los peligros de los desiertos, de las naves, de los piratas, de los idólatras, de los ríos, de las fieras y de los hombres. Legó al fin a Isfaján, pero en el recinto de esa ciudad lo sorprendió la noche y se tendió a dormir en el patio de una mezquita. Había, junto a la mezquita, una casa, y por el Decreto de Dios Todopoderoso, una pandilla de ladrones atravesó la mezquita y se metió en la casa, y las personas que dormían se despertaron con el estruendo de los ladrones y pidieron socorro. Los vecinos también gritaron, hasta que capitán de los serenos de aquel distrito acudió con sus hombres y los bandoleros huyeron por la azotea. El capitán hizo registrar la mezquita y en ella dieron con el hombre de El Cairo y le menudearon tales azotes con varas de bambú que estuvo cerca de la muerte. A los dos días recobró el sentido en la cárcel. El capitán lo mandó buscar y le dijo: «¿Quién eres y cuál es tu patria?» El otro declaró: «Soy de la famosa ciudad de El Cairo y mi nombre es Mohamed El Magrebí». El capitán le preguntó: «¿Qué te trajo a Persia?» El otro optó por la verdad y le dijo: «Un hombre me ordenó en un sueño que viniera a Isfaján, porque aquí estaba mi fortuna. Ya estoy en Isfaján y veo que esa fortuna que me prometió deben ser los azotes que tan generosamente me diste».

Ante semejantes palabras, el capitán se rió hasta descubrir las muelas del juicio y acabó por decirle: «Hombre desatinado y crédulo, tres veces he soñado con una casa en la ciudad de El Cairo en cuyo fondo hay un jardín, un reloj de sol y después del reloj de sol una higuera y luego de la higuera una fuente, y bajo la fuente un tesoro. No he dado el menor crédito a esa mentira. Tú, sin embargo, engendro de una mula con un demonio, has ido errando de ciudad en ciudad, bajo la sola fe de tu sueño. Que no te vuelva a ver en Isfaján. Toma estas monedas y vete».

El hombre las tomó y regresó a la patria. Debajo de la fuente de su jardín (que era la del sueño del capitán) desenterró el tesoro. Así Dios le dio la bendición y lo recompensó y exaltó. Dios es el Generoso, el Oculto.

 

Jorge Luis Borges (Buenos Aires, 1899-1986)

 

Después de su lectura quisimos comparar esta versión con el original en el que se basaba. Aquí lo ofrecemos también para su evaluación:

 

 

Las Mil y Una Noches

Noche 351

Caso Prodigioso de Videncia

 

Se cuenta de un hombre de Bagdad que vivía en completo desahogo y tenía grandes riquezas. Pero éstas se le agotaron, su situación cambió y se quedó sin nada consiguiendo comer sólo a costa de inauditos esfuerzos. Cierta noche mientras dormía cohibido y amedrentado vio en sueños una persona que le decía: «¡Tu fortuna está en El Cairo! ¡Ve, corre a buscarla!»

Emprendió el viaje a El Cairo, llegó al atardecer y fue a dormir en una mezquita. Cerca de la mezquita había una casa y Dios (¡ensalzado sea!) dispuso que una partida de ladrones entrase en la mezquita para asaltar la casa. Los habitantes de ésta se despertaron al oír el movimiento de los ladrones y empezaron a chillar. El valí de la ciudad y sus hombres acudieron a auxiliarles. Los ladrones huyeron. El valí entró en la mezquita y encontró dormido al bagdadí. Le detuvo y le hizo azotar con golpes muy dolorosos hasta que estuvo a punto de morir. Le encarceló y le tuvo tres días en prisión. Después le hizo comparecer y le preguntó: «¿De qué país eres?» «¡De Bagdad!» «¿Y qué motivos te han traído a El Cairo?»  «He visto en sueños una persona que me decía: ‘¡Tu fortuna se encuentra en El Cairo! ¡Vete!’ Al llegar a El Cairo me he dado cuenta de que la fortuna prometida eran los azotes que me has mandado dar.» El valí se rió de buena gana dejando al descubierto sus molares. Le dijo: «¡Hombre de poco entendimiento! Yo he visto en sueños tres veces a una persona que me decía: ‘Hay una casa de Bagdad situada en tal barrio y cuyo aspecto es éste. En su patio hay un jardincillo y debajo del surtidor se encuentran riquezas enormes. Ve allí y cógelas’. Yo, a pesar de esto, no me he movido y tú, tonto, has emprendido el viaje de una ciudad a otra por una visión que has tenido en el curso de una pesadilla». Le dio a continuación unos dirhemes y le dijo: «Utilízalos para regresar a tu ciudad».

Sahrazad se dio cuenta de que amanecía e interrumpió el relato para el cual le habían dado permiso.

Cuando llegó la noche trescientas cincuenta y dos, refirió:

-Me he enterado, ¡oh rey feliz!, de que [el hombre] tomó los dirhemes y regresó a Bagdad, pues la casa que el valí le había descrito era la suya propia. Al llegar a su domicilio cavó debajo del surtidor y encontró una gran riqueza. De este modo Dios le dio un gran tesoro. Éste es un caso prodigioso.

 

 

Como vemos, no hay nada nuevo bajo el sol. El mismísimo Jorge Luis Borges se ha basado en un antiquísimo relato de tradición oral, cambiando algunos datos geográficos y onomásticos, para recrear, según su costumbre, una historia llena de paradojas oníricas espacio-temporales.

No sabemos a ciencia cierta si el relato de «El Corral de los Garañones» está basado también en la historia de las que relató Sherezad al Califa durante mil y una noches o sólo es un curioso paralelismo. Es posible que algún arquetipo en la inventiva de los narradores de historias haya causado las similitudes. Quizá sea únicamente el deseo de influir en los oyentes el deseo de que  para buscar la felicidad, la fortuna, uno se puede quedar en la propia tierra -si además es tan hermosa como Amurga-, en vez de buscar suerte en lejanas y peligrosas tierras.

Pensamos que sea como fuere, la historia de «El Corral de los Garañones» merece al menos tanto aprecio y respeto como la adaptación -casi plagio- de Jorge Luis Borges. El argumento y los términos geográficos son en nuestro caso, al menos, originales, sin que se recurra, si no es casi de forma subconsciente, a la historia citada de Las Mil y Una Noches.

Después de leer los distintos relatos con tema tan coincidente y atractivo queremos llamar la atención sobre la importancia y calidad de nuestra tradición oral que ha sido capaz de producir una historia que en nada desmerece a la originada por otras culturas o autores de gran prestigio.

Queremos también aprovechar estas páginas para reclamar una protección integral del macizo de Amurga y todo lo que representa. Tras la degradación masiva de la costa en aras de un turismo de masas depredador se quieren abrir caminos y veredas al llamado turismo rural, con descuidadas excursiones a pie de  grandes grupos de personas para mostrarles lo poco de nuestra tierra que se ha salvado de la especulación y la destrucción. Dicho turismo verde vuelve a ser impulsado por los mismos promotores y operadores que han desarrollado turísticamente la costa. En vista de los precedentes, mucho nos tememos que  el destino de los bellos barrancos y tableros de Amurga sea el convertirse otra víctima más del turismo, esta vez alternativo…

Otra de las amenazas que se ciernen sobre  Amurga es la presencia de multitud de vertederos legales e ilegales que se esconden, nunca mejor dicho, entre sus barrancos, tolerados por una política medio-ambiental miope y especuladora.

También queremos llamar la atención sobre el deteriorado estado de los importantes yacimientos arqueológicos de Amurga, que languidecen entre la desidia y el descuido. Mientras esto es así, se prepara un proyecto aberrante destinado a recrear el mundo aborigen para solaz y entretenimiento de los turistas a las faldas de la Montañeta Chica, en la carretera de

Maspalomas a Fataga. Esto ocurre mientras los restos aborígenes reales se encuentran llenos de basura o son arrasados con explosivos a muy poca distancia (Lomo del Diablito o Machacadora de Áridos en el cauce del barranco de Fataga).

A modo de conclusión queremos decir, sin que tengamos necesidad de emigrar a Cuba, a ningún otro sitio o consultar brujos ni adivinos, que nuestra fortuna -nuestra suerte-, y la de todos los canarios amantes del país, se encuentra, sin dudas, en el «Corral de los Garañones», en Amurga y en toda Canarias.



[1]Vocabulario de Mazigio Moderno. (Español – Mazigio)  Aguere, 1989. Autor: Manuel Suárez Rosales

[2]La Propiedad Pública, Vinculada y Eclesiástica en Gran Canaria, en las Crisis del Antiguo Régimen.

Tomo  I Cabildo Insular de Gran Canaria, 1987

Autor: Vicente Suárez Grimón

[3]* ¡ojo! falta la referencia

[4]Canaria: Es común designar así a Gran Canaria en las otras islas del archipiélago y en América.

[5]De profunda raíz africana, pero con grandes influencias canarias.

[6]Probablemente significa zahorí: adivino. Nuestro hombre no acudió a la magia negra, sino a algún tipo de curandero o practicante magia blanca.

[7]La mención al agua bendita remarca la suposición de que el brujo sajorín (zahorí)debía ser de signo positivo