Una de las guitarras que tocó Fito

…a los tres o cuatro amigos íntimos, pues Fito tenía muchos conocidos, pero, en parte por su carácter –“no le gustaban las multitudes”- no tenía demasiados amigos de los de verdad. Las lágrimas están a punto de aflorar en sus ojos. Corto la grabación para que no quede registrada su intimidad, el dolor que le acarrea recordar aquellas tardes felices con alguien que se quedó en el camino. Me emociono yo también al comprobar el grado de unión de Paco con Fito.

“Su casa estaba en Escaleritas, una vivienda social muy modesta y pequeña. Su habitación era nuestro santuario. Curiosamente, muy cerca de su casa había un local emblemático: El Tagor. Estaba en una primera planta, encima de un supermercado y junto a un bar. Por allí pasaban todos los grupos de Las Palmas, gente que subía y bajaba del escenario, colaboraciones… Todos los fines de semana estábamos allí. Era curioso porque el dueño era el padre de un policía secreta; claro que de policía secreta no tenía mucha pinta. En realidad el señor éste sabía que mientras estuviéramos allí con las cervezas que él nos ponía, el local lo tenía siempre lleno. Al principio iban grupos a ensayar su repertorio, pero poco a poco aquello cambió. Íbamos tres o cuatro grupos y nos poníamos a tocar. Nos venía bien porque nos servía de ensayo. Estamos hablando del año setenta. Allí nacieron muchos grupos de los más afamados de la capital. En realidad le llamábamos el Tágor, porque por allí había un centro en el que se vendía todo lo que se debía de vender en aquellos tiempos. Teníamos unas sillas alrededor de la zona de escenario y unas hojas de palmeras pegadas con grapas a la pared.

“En la habitación de Fito había una foto del grupo –Nosotros- y poco más. Era tan pequeña que se llenaba con su cama y sus instrumentos. Las estanterías llenas de casetes, algún ampli, un magnetofón de bobinas, las guitarras…”

Intentamos seguir la pista de algunos locales habituales en la carrera de Fito: “Él iba mucho por un local que creo recordar -no estoy muy seguro- que se llamaba Factoría, ahora me parece que es La Destilería. Le gustaba aquel local en el que tocaba con el bajista Flo (en la actualidad tocando jazz en Tenerife). Iba por las noches para sacarse algún dinerillo. Luego volvió a recaer y lo dejó. Entre unos amigos de la época de Nosotros compramos unos instrumentos y los metimos en un almacén del sitio donde trabajábamos Cristóbal, Alberto (el primer guitarra que tocó conmigo) y yo. Dos o tres veces por semana ensayábamos allí, de ocho de la tarde a tres de la mañana, tocando, hablando de música y echándonos nuestros roncitos. Lo hacíamos sin ánimo de ganarnos la vida, sólo por afición. Improvisábamos sobre un tema conocido o poníamos unas bases para empezar a tocar sobre ellas, creando temas de veinte minutos, y mientras uno estaba improvisando, otro le ponía la copa y así hasta las tres o las cuatro. Fito ya casi no salía de casa; nosotros íbamos a buscarlo y luego lo llevábamos de regreso. Recayó y tuvimos que dejarlo. Estaba muy desmejorado, aunque sólo nos diéramos cuenta los más cercanos”.

Mucho se ha dicho sobre Fito y sus guitarras. Es lógico, al tratarse del guitarrista más admirado en la capital junto con Alfredo Santana. Fueron muchas las guitarras que tuvieron que pasar por sus manos, aunque no fueran de su propiedad. Paco nos centra algo más en ellas:

“Recuerdo una guitarra Hoffner, con un amplificador que le llamábamos El Merengue: un Hoffner de treinta watios que él hacía sonar a la perfección. Cuando fuimos a la Península por primera vez, le compramos al amigo Picholi unas guitarras alemanas Welson; no teníamos muchas pelas pero nos dieron muy buen resultado. Eran guitarras eléctricas pero de caja, un poco acústicas. No tenían cuerdas metálicas sino de caucho, lo que le daba un sonido muy peculiar. Una Fender Stratocaster que fuimos a comprar a Tenerife. En realidad no era suya, pero tocó muchas veces con ella. En la época de los Fleestones tenía una Stratocaster y una Telecaster. Más tarde volvió  a tocar con la Stratocaster comprada en Tenerife y luego con una Gibson Les Paul Custom. En su época final siempre tocó ya con ésta.” (Dos de las guitarras citadas pueden ser admiradas en las paredes del Rockanrol).

Es evidente que Paco (junto a Toba y quizá Flo) es la persona que más nos acerca a la realidad de la figura de Fito, pues al tratarse de un mito a pequeña escala entre el mundillo rockero de la época se han creado una serie de leyendas para bien y para mal: que si tenía el tabique nasal de plata, que si había ido a Woodstock… La verdad es que aparte de los grupos en los que militó como miembro de acusada personalidad musical, el fuerte de Fito una vez que regresa de la Península son sus actuaciones como artita invitado.

Guitarra de Fito expuesta en el Rockanrol“Yo creo que Fito ha tocado con todas las bandas de la capital. Además, los grupos deseaban que tocara con ellos porque los enriquecía. Recuerdo verle tocar con Alfredo y United, con los Hermanos Brothers, con Origen, con su banda, los Fleestones… Los grupos le decían que tenían una tocada y que les gustaría que tocase con ellos dos o tres temas. La verdad es que en esos momentos Fito ya no podía estar una hora u hora y media sobre un escenario. Cuando estaba arriba tenía la presencia de alguien que está ausente, reconcentrado en su guitarra, aparte del grupo. Sólo se le abrían los ojos cuando llegaba un amigo íntimo. Entonces le decía que se quedara a verle tocar dos temas con el grupo y que luego se iban a echar unas cervezas.”

Según Paco, Fito no se vió influenciado por los movimientos culturales que daban lugar a nuevas músicas. Es decir, el movimiento hippie o el flower power como movimientos culturales no le interesaban, él sólo bebía de la música que generaban estos movimientos, no de su filosofía. En esos días, recuerda Paco, mucha gente se quedó colgada, se iban a las comunas. La Palma era un destino muy frecuente, pero no fue el caso de Fito: “Para él, su comuna era su casa, su gurú su madre y los sacerdotes todos sus amigos”. Su evolución, su revolución, fue musical: del soul, al blues clásico hasta la ruptura que imprime Hendrix mezclando blues y psicodelia; también el descubrimiento de nuevas bandas de blues como Savoy Brown o Moving Gray…, y por supuesto Cream. También las nuevas estructuras de temas como In-a-gadda-da-vida de Iron Butterfly o el Get Ready, temas que se extendían en su duración dejando muy lejos la regla de los tres minutos y medio, dejan huella en él.

Fito murió de tuberculosis –una enfermedad cuya mortandad ya estaba prácticamente erradicada en España- un día nublado, uno más, allá por el año 83. No he podido conseguir la fecha exacta. Creo que su familia no es muy proclive a desenterrar al personaje.

“En los últimas días yo no iba a verle, no nos hubiera hecho bien ni a él ni a mí. No pude ir al entierro; era muy fuerte para mí, no podía. El homenaje en el López Socas fue como algo fugaz, me enteré por casualidad y no asistí. No sé por qué, quizás creí que se podía hacer algo mejor…, no lo sé, pienso que todavía estamos a tiempo. Eso sí, estoy convencido de que se hizo con buena fe”.

Son historias en torno a un personaje de leyenda. Opiniones en las que se juntan los hechos con las historias contadas por los músicos a la luz de unos focos, tras muchos conciertos, recreando la figura de alguien admirado por ellos. En realidad este texto sólo intenta hacer un pequeño homenaje a ese guitarrista cuyo nombre siempre está en la punta de la lengua de los músicos de los sesenta y setenta, listo para ser nombrado e iluminar sus caras con un tornado de vida. Una persona cuyo nombre es capaz de hacer regresar a su mejor juventud a los músicos de toda una época de la capital grancanaria.