El concepto de intimidad, la idea de lo privado, la mirada a través de un cristal, como el de una ventana, de una mirilla o de una cámara, sirven de eje conductor a la exposición, organizada por la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de La Laguna, que se inauguró recientemente en el Convento de Santo Domingo y que permanecerá instalada hasta el próximo 24 de agosto.

Exposición A través del cristal

Tal y como explica la comisaria de la colectiva ‘A través del cristal’, Ángeles Alemán, la idea de reunir a varios artistas que expresaran su visión de la intimidad es siempre tentadora. En este proceso, los perfiles se van afinando, la idea se va concretando. “En esta exposición actual, la obra dialoga entre sí, con la complicidad de un espacio único, el Convento de Santo Domingo”, expone la comisaria.

En este sentido, dialogar con el espacio implica seleccionar la obra que va a estar en cada sala, en cada recodo, y de esta manera se llega a un diálogo entrecruzado que, al acabar de montar la muestra, se diversifica y se convierte a su vez en tres coloquios diferentes, uno por cada espacio expositivo.

Así, la obra de Gonzalo González, Luisa Urréjola y Carlos Schwartz dialogan en el primer espacio, la sala de la planta baja, sobre una suerte de abstracción de la intimidad. En ésta, las cajas blancas de Gonzalo González, llamadas Interior en la serie, y con títulos que definen su esencia intimista, se convierten, por su ausencia de color y su perfección minimalista, en una versión serena de la intimidad, de esas pequeñas ventanas que se abren o cierran ante los ojos.

En el mismo espacio, la obra de Luisa Urréjola, fresca y colorista, representa un soplo de aire fresco. Las pinturas de Urréjola, de manchas planas y colores vibrantes, transparentes o traslúcidas por el uso del metacrilato como base, son un canto a la vida, al buen humor, a una intimidad relajada y sonriente.

Junto a ellas, las fotografías de Carlos Schwartz comparten un título y un poema de Benedetti, Paisaje. Imágenes sutiles, elegantes, en los que las líneas del cuerpo femenino se confunden con líneas de un paisaje imaginario en blanco y negro, con la austeridad voluntaria de los encuadres y una belleza contenida y sugerente. En el segundo espacio, los protagonistas son la fragmentación y la multiplicidad de la imagen.

El vídeo de Mónica Sardiña, Diferimentos, revela la mirada de una artista metódica y constante. Las imágenes capturadas a través de las cámaras de vigilancia, imágenes de lugares perdidos, de edificios vacíos, son capturadas a su vez mediante internet y transformadas en una parte de una obra mayor. El juego de los espejos y de la multiplicidad, que se transforma en un políptico de dibujos y textos, tinta de rotulador sobre madera, de Adassa Santana, refleja de manera escueta y fragmentaria una realidad cotidiana a la que añade siempre la ironía.

En esta complicidad de las obras de arte, la imagen de los artistas se impone en el tercer y último espacio. Teresa Correa, Joaquín Artime y Carlos Matallana ocupan la última sala expositiva. En las piezas de estos tres artistas sucede además algo muy interesante: el autorretrato aparece de manera tangencial o directa. En la obra de Teresa Correa, la serie de los baños sirve como hilo conductor a la indagación acerca de la intimidad cotidiana, casi leve o banal pero llena de poesía. Destaca el doble autorretrato que marca el final de esta, en cuyo espejo se refleja la imagen de la autora en lo que ella define como autorretrato doble.

En el límite de una obra pintada, fotografiada y filmada, con los restos de la intimidad lamidos en forma de azúcar, se encuentra la instalación de Joaquín Artime. El ritual purificador, una especie de lavatorio a base de azúcar, que se convierte en el vehículo de una muy íntima y personal expiación, es el tema de esta obra, en la que el autorretrato se hace necesario y permanente.

Junto a ellos, una serie intensa y un autorretrato frontal y múltiple, el de Carlos Matallana. Sus dibujos han sido realizados con precisión extraordinaria, con una técnica tan depurada que supone una lección de clasicismo. Pero el sujeto no puede ser más contemporáneo, “Para aislar la incertidumbre”, el título de uno de estos dibujos grandes y poderosos, refleja muy bien el mundo complejo, caótico y sin asideros en el que nos movemos y en el que el artista, doble de sí mismo, dialogante con la nada o con sus propias manos, ofrece una fugaz visión de serenidad.