Arroz con pollo_wide_color

EFE.- Los últimos cambios en tendencias culinarias, marcadas cada vez más por la fusión de sabores y estilos más allá de fronteras, son reflejo de cómo ha evolucionado la literatura, defienden las autoras del libro ‘Comidas bastardas. Gastronomía, tradición e identidad en América Latina’.

Sus dos responsables, las profesoras de Literatura Nieves Pascual y Ángeles Mateo, de las Universidades de Jaén y Las Palmas de Gran Canaria, muestran en este trabajo «cómo ha evolucionado el discurso de la comida a lo largo del tiempo», en especial desde el inicio de la llamada era de la globalización, y tratan de demostrar que los cambios en gastronomía y literatura están relacionados entre sí.

 Y es que, aunque pudiera pensarse lo contrario, la evolución de una y otra «tienen paralelismos, porque tanto la gastronomía como la literatura forman parte de la cultura» y acaban por tener influencias mutuas, argumenta Pascual.

La coautora del trabajo subraya que es comprensible que los cambios de una y otra disciplina estén ligados, porque, a fin de cuentas, «a todos nos gusta comer y a los escritores, también».

 En ‘Comidas bastardas’, presentado en la Casa de Colón de Las Palmas de Gran Canaria, se muestra cómo la primera característica de la evolución de gastronomía y cultura reside precisamente en que los límites geográficos tienden a difuminarse. 

»Esa ha sido la idea del libro, ver cómo no hay culturas puras, cómo la literatura no es pura y cómo la cocina tampoco lo es», precisa Nieves Pascual.

Comidas Bastardas_portada libroLa obra, publicada por la editorial chilena ‘Cuarto Propio’ e integrada por una treintena de ensayos en cuya redacción Mateo y Pascual han tenido ayuda de colaboradores de diversos países, desde Argentina o Chile hasta Francia u Holanda, concluye que la globalización no ha hecho más que acelerar una tendencia a la mezcla existente desde el comienzo de la historia.

En palabras de Nieves Pascual: «La mezcla se ha visto favorecida por la globalización, aunque también es resultado de que, ya desde el origen, todas las culturas son producto de mezclas de otras».

 Desde esa perspectiva, esta profesora de Literatura Norteamericana insiste en que en el centro de su trabajo ha estado el propósito de «subrayar el concepto de la mezcla y, sobre todo, el quitar a esa mezcla y a ese mestizaje la connotación de impureza que se le venía atribuyendo». 

»La bastardía siempre se ha entendido como algo negativo y aquí se busca darle una connotación positiva, porque la mezcla es buena. La mezcla supone creatividad», apunta.

 Matiza, no obstante, que «la globalización está produciendo, además, un resultado contrario, porque mientras crece la mezcla, cada cultura quiere enfatizar su propia individualidad».

Un objetivo este que, desde su análisis, es casi una meta imposible y solo puede considerarse alcanzado por quienes intentan marcar la diferencia a través de lo que denomina «una autoficción».

 Nieves Pascual recurre a ese término para definir el resultado de «la creatividad de las culturas, porque todas las culturas, todas las naciones, todas las razas tienen algo de creatividad, ya que la nación se monta sobre una narración, y la narración tiene un elemento de imaginación».

 Y resalta que de sus afirmaciones se pueden buscar ejemplos varios en la literatura y en la gastronomía, como el que ofrece el libro del escritor caribeño afincado en EEUU Eduardo Machado «Sabe a Cuba».

 Machado, enviado de niño a vivir al continente desde su Cuba natal, pone de manifiesto en esa obra la falsedad de esa supuesta identidad nacional de letras y platos al recorrer la historia de una receta que recordaba de su infancia y creía típicamente cubana, el arroz con pollo, y descubrir que, en realidad, no es más que una versión de otras similares que se repiten aquí y allá, relata la autora de ‘Comidas bastardas’.

 

Artículo de César Marrero, EFE