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El romancero canario guarda ciertas características que lo hacen singular frente al repertorio compartido con el área panhispánica. Tal como apuntara el investigador José Pérez Vidal en 1948, la condición más sobresaliente es el uso de un estribillo o responder, que divide a los romances en dos octosílabos (en sus palabras “queda fragmentado en cuartetas”) para intercalar dos versos que se repiten sistemáticamente, en una fórmula que se remonta a las antiguas estructuras del zéjel o el villancico.

Pérez Vidal recogió hasta trescientos de estos responderes en la isla de La Palma. Su temática es diversa y admite muchas clasificaciones: desde los que hacen alusión directa al romance que se entona, como en Los doce pares de Francia: Vuelva la vaina al acero donde estaba de primero; o de carácter general e inespecífico para cualquier romance: Por aquí quiero que vaya / a mi toronjil el agua, o el que diera nombre a la recopilación de Diego Catalán de 1969: Por el aire va que vuela / la flor de la marañuela.

El catedrático Maximiano Trapero ha podido constatar el uso de este tipo de estribillos en los romanceros de El Hierro, Fuerteventura y La Gomera. Algunos son compartidos por varias islas: Por ver a la madre amada / no siento la caminada, otros pueden aludir a parajes locales. En otras ocasiones, el responder se puede improvisar.

En La Gomera no se concibe ningún romance sin su estribillo, que recibe el nombre de pie. Lo importante es que el último verso del mismo rime con el resto del texto y los romanceadores guardan en su memoria un repertorio bien amplio de estos, con terminaciones en diversas asonancias.

Los responderes isleños, al margen de su vínculo con los romances, son micro-poemas en sí mismos. Algo así como los haikus canarios.

 

*Imagen: Detalle de flor y hoja de la planta marañuela. Tropaeolum majus.