Las sombras que no/s importan (Léase a su antojo) – Un relato de M. Iván Pérez Fernández

Hoy las sombras no han quedado conmigo, se han puesto debajo de desiertos y dromedarios. Hoy los relojes de sol se han parado todos a la misma hora. Hoy las sombras sirven de suelo a los mendigos y, por más que estiren sus manos, sin sombras es complicado valorar el tamaño de las limosnas. Parece que todas han huido. Se las ha llevado la luna porque el sol se lo ha pedido.

Ahora ya nadie podrá hacer deliciosas formas de animales con las manos y las sonrisas de los niños serán ahora de claroscuros. Las montañas serán menos impresionantes pues habrán perdido sus enaguas negras. Y las nubes llevarán transparencias picantonas cuando el sol atine a mirarlas desde arriba. Se perderá el carisma de sombrío y será difícil distinguir al bueno del malvado. Tal vez las sombras se hayan escurrido por los desagües y aparezcan luego en el mar destiñendo el azul cielo en marismas de ceniza. Y no valdrá con poner nuestros pies de nuevo sobre los suyos. No. Gritarán que están cansadas de ser pisoteadas. Reivindicarán con fuerza el lugar lóbrego de donde han salido hasta que ya solo nos sirva echarlas de menos. Ya no estarán detrás de cualquier esquina o en cualquier radiografía. Ya no, pues se habrán ido. Y se levantarán los optimistas diciendo que el mundo será mejor, que será menos sombrío. Y esos, los iluminados, llevarán pancartas escritas en lenguaje de signos sin saber que los mensajes han de grabarse al trasluz o, de lo contrario, no quedan. Sin sombras ya no verán los presos los huesos de la libertad que vive fuera ni los libres lo sombrío que conlleva ser preso en los adentros.

Quizá los padres ya no puedan ser sombra de sus hijos y mucho menos su cobijo. Puede que hasta nos desilusionemos cuando todo se transparente en luz y, como seres humanos, siempre deseemos lo contrario. Y será ahí cuando decidamos que no queremos que todo ande demasiado claro y ansiemos darle sombra a lo que no se le ha dado. Pintaremos entonces eclipses a rotulador para delinear toda sombra que merezca reconocimiento. Y yo, sin dudarlo, se la daré primero a las letras, mis letras sombreadas. No sé por qué no tienen sombra, ni quién coño las ha dejado huérfanas ni por qué no pueden levantarse planas de las hojas de los libros y extender su envergadura. ¿Acaso no pueden abrazarse unas a otras y elevarse como cometas endiabladas y luego volar ya como bombarderos que exploten el vacío de significados? Y formar un ejército infinito, siempre a fila de a uno. Sin armas. Sin sangre. Solo letras hiriendo mortales la inteligencia, los recuerdos, los sentimientos o la inconsciencia.

Pero no seamos soñadores. Vamos. Despertemos de una vez porque nos llamarán ciegos si no sentimos que siempre hemos estado a la intangible sombra de las letras. Y si no lo hacemos, acabaremos cerrando los ojos para siempre para ver la única sombra de nuestros párpados. Justo la que ya no importa.

 

las sombras que nos importan_interior

Ilustración: Beatriz Hernández Hernández

 

 

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