Filmoteca proyecta ‘Tengo veinte años’, una de las mejores películas del director ruso Marlen Khutsiyev

La sesión será el martes 11, en el Teatro Guiniguada, y el jueves 13 en el Aguere Espacio Cultural de La Laguna

Filmoteca Canaria proyecta esta semana ‘Veinte años’, una de las mejores películas del director ruso Marlen Khutsiyev, en la que habla sobre los problemas de la juventud y su lugar en la vida en el marco de la Unión Soviética de la década de los sesenta. La proyección será el martes 11, en el Teatro Guiniguada de Las Palmas de Gran Canaria, y el jueves 13, en el Aguere Espacio Cultural de La Laguna, en Tenerife. La sesión será en versión original (ruso) con subtítulos en español y dará comienzo a las 20.30 horas.

En casa de Slava Tengo 20

Marlen Khutsiyev, hijo de una actriz y un comunista convencido purgado por Stalin, cumplió el pasado mes de octubre 89 años, pero a diferencia de tantos cineastas rusos catapultados al olvido de la historia oficial o directamente ignorados, su obra cinematográfica no cesa de adquirir cada vez más adeptos con el paso de los años. La fuerza de su cine reside en su rebeldía, en su lucha contra todas las etiquetas preestablecidas, en su voluntad de ir más allá del pensamiento de su tiempo mediante el cuestionamiento de los modelos institucionales entonces vigentes en el campo cinematográfico.

Tengo veinte años (1964), empieza con una escena simbólica: por una calle desierta, con la calzada mojada, y sonando los acordes de “La Internacional”,  hacen guardia tres soldados del Ejército Rojo de los tiempos de la Revolución. Cuando los soldados se van alejando por la calle aparecen tres jóvenes de la época, los primeros años 60. Sergei es un joven soldado que regresa a casa después de dos años en el servicio militar. Vive en Moscú con su madre y su hermana, pues su padre falleció en la guerra.

Sergei se reúne pronto con sus mejores amigos del barrio, Nikolai y Slava. Este último, en el período de tiempo que Sergei estaba en el servicio militar se ha casado y ya es padre de un hijo. Pero esto no le impide seguir callejeando con sus amigos, una generación huérfana sin claras señales para guiarse a través de la vida.