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No sé lo que sucederá mañana; además, ni quiero saberlo. Tampoco sé lo que sucedió ayer.. pues no lo recuerdo. El aire frío que hoy recorre la capital mañana continuará ahí, o bien el sol lucirá y mire desde allá arriba al frío que sigue haciendo aquí abajo, intentando traspasarlo con su calor… pero da igual. Probablemente yo no lo recuerde. Me quedaré mirando mucho tiempo las cosas. Mis rutinas y procederes serán distintos también, diferentes a los habituales, no volverán a ser. Y quizás aquello por lo que me amaste ya no pueda dártelo; aun así espero que siempre permanezcas a mi lado, yo seguiré callado y mirándote con los ojos de los que te enamoraste… Este pensamiento está siendo algo más insistente y recurrente, estoy inmerso de lleno en la franja de riesgo y el texto quizás anticipe lo que me puede suceder, lo que nos puede suceder a todos, cuando llegamos a esa edad que sobrepasa el medio siglo, y más allá, picando los sesenta. Nadie está libre. Es cierto que se han de dar ciertas condiciones, no obstante nadie está excluido del sorteo. Nadie.

El camino que puede llevar al desgraciado borrado de archivos, probable, no impide que los estantes de la biblioteca de los recuerdos se llenen día tras día, con libros nuevos, con libretas, y hasta con hojas sueltas. Acabo de poner en el estante de la M, el concierto de Rock Sinfónico II de la Orquesta Universitaria Maestro Valle que disfruté enormemente el pasado viernes dieciocho de marzo. ¿Por qué la M? Pues por situarla dentro de mis grandes bloques donde ya catalogué la Música. Esta clasificación, esta M, puede parecer un poco “Sui Géneris”, es cierto, pero no es tan sencilla, imagino que desde detrás del estante donde tengo guardados los recuerdos musicales hay infinitas conexiones a otras estanterías: la N de Nostalgia; la F de Felicidad, o de Fiesta; la B de Baile; la A de Amigos; la P de Paz; la D de Domingo; la S de Sillón; bueno, creo que hacia todas las letras y hacia un montón más de vivencias.

Fue ese Rock Sinfónico II una verdadera confluencia de cosas, de motivos, de hechos. Siguen dándome lecciones en cada programa la Orquesta Universitaria Maestro Valle de la ULPGC y sus componentes. Continúan entendiendo que hay cosas que tienen su valor sea cual sea su importe. Persisten en la proyección de su actividad en beneficio de quien no puede ni tiene, en muchas ocasiones, el foro adecuado para alzar la voz. Siguen entreteniéndonos… y ¡cómo lo hacen! Ese frío del que hablaba al comenzar mi comentario fue el que hizo que la temperatura de mi cuerpo se desplazara un poco de la habitual, hacia unos grados más, y que una fiebre invernal me impidiera asistir al pasado concierto, en el que interpretaron diferentes músicas del mundo. No estaba yo en ese momento para subir a un avión, ni imaginario, del que iba a salir peor de lo que entraba con el tema del aire seco. Me hubiera gustado muchísimo estar, pero donde manda virus…

De vuelta al Rock Sinfónico II, fue una maravilla ver cómo el Paraninfo estaba lleno, con unas entradas agotadas desde el miércoles anterior. Se lo ha trabajado la Orquesta Universitaria a base de bien, eligiendo buenos programas, arriesgando en ocasiones en los que el público no llena la sala, pero acertando siempre, porque si algo hay que promover es el fomento del riesgo, de esa suerte controlada que hace apostar por cosas no habituales y que busca salir de la zona de confort. Rock Sinfónico II era una apuesta segura, porque así se había demostrado en la anterior edición, pero este fue mejor que el anterior, sin duda. Y fue mejor porque las canciones y los temas que se interpretaron habían llegado a cada uno a lo largo de nuestras vidas a través de la radio, del Cd, del MP3 e incluso del vinilo, pero la música de esa velada surgió del alumnado y profesorado del Departamento de Composición del Conservatorio Superior de Música de Canarias. Ya hemos disfrutado mucho de grandes e interesantes estrenos dentro del Preludio Son de la Isla que lleva a cabo la Orquesta, con compositores locales, sin embargo darle la voz en mando al alumnado para que adaptaran y arreglaran los temas archiconocidos de Metallica, Rolling Stones, Sting, Elton John, y otros más, fue un acierto. Grandes canciones, grandes temas, grandes arreglos, GRAN CONCIERTO.

La “Fantasía Liverpool” de Daniel Roca supuso un estimulante comienzo. Partiendo de una música anclada totalmente sobre el mismo plano, el compositor propuso ir levantando en la introducción paredes sonoras, cerrándolas o apoyándose entre sí posteriormente, para alcanzar el culmen en una gran masa sonora, preludio a la primera parte rítmica. Tras un interludio lento, la escucha permitió oír múltiples temas sutiles del cuarteto de Liverpool, sobrepuestos y/o aislados, para acabar con un “crescendo” re-expositivo del tema inicial. No era necesario hacer análisis teórico alguno para darse cuenta de que habíamos tenido delante una gran obra. Una joya.

Comenzaron a continuación los arreglos sinfónicos de los diferentes alumnos. En escena aparecieron temas de Kiss y de Metallica. Sobre una base rítmica sinfónica, el guitarreo “heavymetalero” del guitarrista de la Orquesta aportó carácter y situación a “Love Gun” de Kiss; y la balada “Nothing Else Matters”, de Metallica, sonó íntima en su inicio en las cuerdas y luego permaneció tranquila hasta su final. Quizás se hubiera podido explotar algo más este tema puesto que la fusión con el sinfonismo de las baladas de Rock dieron siempre mucho juego, y esta habría sido una buena ocasión.

“Satisfaction”, de los Rolling Stones, empezó en un tiempo pausado, con participaciones alternas de metales, maderas y cuerdas. El tema principal, mostrado por los violines, resultó muy adecuado. A continuación, y tras un solo de oboe, introductorio, sonó “Angie”, otra gran balada; y por último “Paint it Black”. Al igual que en todos los temas de esta apuesta, la sorpresa está detrás de cada asignación de la melodía a instrumentos inusuales, para los que los arreglistas ven las posibilidades de que el motivo original no pierda su esencia y suene diferente.

No sólo fue la ejecución, fue el diseño lo que hizo que las canciones de Sting, siguiente obra del programa, sonaran grandes, llenas, perfectas. Fue uno de los mejores momentos de la noche. El arreglista plasmó perfectamente cada uno de los temas que eligió para este medley. Sonó “Roxanne” con una factura similar a la original, con la melodía adjudicada al oboe y con la intensidad que lleva este gran tema de The Police. La transición hacia “Englishman in New York” estuvo lograda de forma impecable, con una conversión de tiempo y ritmo que dejó diáfana la introducción de la canción, a la que sucedió el solo de trompeta haciendo la voz peculiar de Sting. Por último, el “Every Breath You Take” sonó increíble, con la asignación nuevamente de la melodía a oboe y clarinete, y con un maravilloso intimismo previo a la gran explosión final de la canción. Creo que no sólo yo lo sentí como un gran arreglo, los aplausos finales así lo corroboraron.

Suena estos días en publicidad una de las melodías más increíbles que creó Elton John, “Your Song”, y con ella empezó el Medley del británico, eso sí, en formato orquestal. La flauta tomó las riendas del tema, y cantó con sus notas el “It’s a little bit funny this feeling inside…” inicial, dulce, de forma agradecida como reza la propia canción: todo un gran momento de la noche este arreglo, otro instante más a retener. A esta gran obertura siguieron temas más “pop” como “The bitch is back” y “Crocodile Rock”, bien seleccionados por el arreglista, para terminar esta recopilación de temas.

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Rocksinfónico II

Los británicos Dire Straits fueron creadores de éxitos que permanecen aún en nuestras mentes. Su audición nos retrotrae a esas apariciones de la guitarra de Mark Knopfler, y al estilo peculiar del grupo. Comenzó el arreglo con el ambiente introductorio al tema “Money for Nothing”, una de sus grandes canciones, con una orquestación rica en matices y en timbres. La melodía del mítico solo de guitarra de la pieza fue ejecutada por los violines, y creo que esa melodía, tan esperada, quedó sin el matiz que permite identificarla al instante, la propia guitarra, el instrumento que la define. Este “Money for Nothing” dio paso a “Walk of Life” y, a continuación, al “Sultans of Swing”. Fue en este último fragmento en el que sí se dio la oportunidad de percibir al conocido Dire Straits porque sonó el solo esperado, con una excelente ejecución del guitarrista de la orquesta, un gran solo, y un fin de medley a la altura.

La última parte rockera fue la música de Bon Jovi. Se prestan estas canciones a ser versionadas orquestalmente porque tienen una gran potencia y encierran un gran equilibrio natural en la composición. Además, el conocimiento que se tiene sobre ellas se basa en las melodías y no tanto en detalles peculiares como la guitarra de Knopfler en Dire Straits, con lo que todo podía encajar. Y así sucedió. El “Livin’ on a Prayer” inicial ofreció la intensidad esperada, y el “It´s my Life” posterior, también muy similar en concepción al “Livin´” estuvo muy bien resuelto en el arreglo. El tema terminó bien alto con la adaptación del “You Give Love a Bad Name”. Ciertamente, la música de Bon Jovi permite lucir los arreglos, pero se corre el riesgo de quedar algo blandos si no se capta bien la esencia de este rock tan directo y limpio, algo que no sucedió.
El coro participativo entró en escena para interpretar el “Who wants to live forever?”. Es esta una de las mejores canciones de la historia y una de las más grandes de Queen, por su música, por lo que cuenta y por lo que significa. Menciono aquí en este punto a Manuel Bonino, profesor del Departamento de Composición, y del que su orquestación de este tema sonó grande, inmensa. Con un guiño a “We will rock you”, la parte final transcurrió perfectamente armada, y el ambiente creado ayudó a una gran entrega del coro, poniendo voz a tan bella canción, con esa frase lapidaria final “Who waits forever anyway?/De todos modos, ¿quién espera para siempre?”. Magnífico arreglo de un tema sublime.

Llegó el fin de fiesta con un “Mamma Mia” de Abba y con el “Philadelphia Freedom” de Elton John. Ambos temas fueron muy festivos y muy bien arreglados. La complicación podía estar en que era un tema único, lo que exige redondear mucho el arreglo para que no se caiga la canción, no obstante los dos arreglistas así lo asumieron y resultaron dos grandes temas. En “Philadelphia Freedom” también se incorporó a la fiesta el propio presentador, al igual que en el anterior Rock Sinfónico.

Fue un conciertazo, sin duda, y la orquesta sigue creciendo en calidad. En repertorios más clásicos el protagonismo lo asumen los solistas de cuerdas, maderas y metales, pero en este tipo de música sobresalen de manera espectacular músicos como los intérpretes de batería, guitarra eléctrica y bajo eléctrico.

La esencia de la Orquesta Universitaria es muy singular, y por eso realmente asisto con regularidad a sus conciertos, e incluso me atrevo a escribir sobre los mismos ahora que el tiempo se me hace más corto aunque dispongo de más horas. No me prodigo en otros actos de la misma índole, en otros conciertos de otras agrupaciones o conjuntos, porque en realidad no deseo que esto de escribir, este contar cosas, se convierta en un deber o en un compromiso. Me siento muy cómodo escribiendo sobre la Orquesta Universitaria, y en el momento en que ya no pueda o quiera, lo dejaré de hacer, pero de momento sigo pertrechándome más de notas sobre lo que escucho, veo, o me apoyo en conocidos, asistentes también al concierto, para confirmar o recabar información y gustos. La esencia, el alma que comentaba lo veo en lo extensa que es la influencia y el trabajo del conjunto: una orquesta que toca por amor al arte ya es meritorio y, en ocasiones, este mérito se multiplica con un coro participativo. ¡Qué bonita palabra!, ¡Participativo!. El coro desprende entrega, y proceden muchos y muchas de sus integrantes de la más absoluta lejanía con la música, porque nunca han cantado y menos en público. A ellos y ellas, deseosos de cantar y nerviosos por hacerlo, Hugo Escobar anima e inocula el virus de la satisfacción tras el esfuerzo, de la gratitud tras la entrega y del aplauso después de la música. Ya he tenido oportunidad de escuchar este coro al que, como ejemplo, cito en muchas ocasiones, puesto que representa el auténtico amor por la música, la superación del miedo y el orgullo del resultado.

Desde aquel espectáculo ALIANZA con Los Gofiones en las fechas navideñas, no había podido estar sentado escuchando la Orquesta Universitaria Maestro Valle. Este viernes he vuelto a disfrutar enormemente del proyecto, de este oasis cada vez más grande que supone hacer las cosas desde la concesión, de la creación y ejecución de ideas de programas diferentes que buscan el disfrute del público, del trasvase de humanidad que significa dedicar el trabajo a quienes no pueden estar o llegar.. y por eso escucho, escribo y disfruto de forma única sus programas. E incluso, entiéndanme que desde la admiración, intento aportar mi visión sobre aspectos que sólo harían más grande a este conjunto y a su proyección cultural, detalles como la longitud de las presentaciones (algo más largas esta vez que de costumbre), la puntualidad del concierto (empezó a las nueve menos cuarto porque en un cuarto de hora no dio tiempo de que la gran cantidad de público se sentara) y algo más técnico, una luz de escena que creo no es la más adecuada para un conjunto que llega hasta los mismos bordes del espacio escénico.

Mi relación con la Orquesta Universitaria Maestro Valle se ha hecho un poco más profunda, si cabe, a través de los textos y de mis comentarios. Y espero y deseo que siga siendo así hasta que pueda. Antes de esto, los recuerdos se me agolpan porque si algo creo firmemente es que las cosas pasan por algo, y la importancia se las da cada uno. Quisiera hacerme eco de las palabras del Rector de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria en su alocución como creador e iniciador de la Asociación Alzheimer Canarias, como Catedrático de Biología Celular en la Facultad de Ciencias de la Salud y como, probablemente, cercano a la enfermedad: lo que pierden los enfermos de Alzheimer es lo que les hace ser personas, su capacidad de comunicación. Por eso mis ganas de escribir y dejar escrito.

Rocksinfonico II

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Por otro lado me gustaría recordar a alguien que en su día me comentó la existencia una orquesta en la Universidad que llevaba el nombre de su bisabuelo y que me pasara a escucharla, que disfrutaría. Me insistió en ello dado que ya él conocía a su director, José Brito, el cual, entre otras cosas, le había insistido en reestrenar la “Misa Pastorella”, habitual en la Misa del Gallo en la Catedral de Las Palmas de Gran Canaria y compuesta por el propio Maestro Bernardino Valle. Recuerdo aquella misa en la Catedral antes de formalizarse oficialmente la orquesta como tal, antes de nacer como Orquesta Universitaria Maestro Valle de la ULPGC. También recuerdo que muchos cantamos las melodías que ya, desde el 73, habíamos dejado de hacerlo. El pasado viernes, la velada comenzó nombrándolo y dedicándole el concierto. Dejó de acompañarnos físicamente Gabriel Navarro Valdivielso, “Lin”, pero siempre seguirá con nosotros, intenso, como fue él. Y toda la música que sonó y sonará, siempre será, querido “Lin”, YOUR SONG.