La instalación concebida por Milton Becerra para el Espacio Cultural El Tanque de Santa Cruz de Tenerife, Irradiación de la energía, reúne varios de sus conceptos clave en torno a un espacio muy determinado. Se debe hacer hincapié en este soporte físico preexistente ya que puede llegar a ser un espacio opresivo e incómodo debido a su propia climatología interior, lo cual provoca que los sentidos necesiten más tiempo de lo normal en disipar la oscuridad dispuesta para la obra.
Cuando la niebla desaparece, se aprecia la configuración de un recorrido deliberadamente circular inserto en la propia estructura de la construcción en la que se disponen tres hitos conductores del discurso de la pieza: tres vórtices de piedra y cuerda, precursores e indicadores de fenómenos naturales. El primero de ellos se muestra amenazante, en el instante previo a una colisión sobre una superficie que se refleja intuida y suspendida. Al avanzar por la instalación, las intenciones se van definiendo y el encuentro se vuelve geométrico, conformado por líneas proyectadas en blanco y negro, estructurándose estos elementos como definidores elementales de la tierra. El proceso termina finalmente definiéndose y la piedra se agarra a la cuerda, proyectándose ahora sobre el territorio natural concreto: el mar de nubes, el valle, la montaña…Se descubre aquí que el sonido que acompaña el tránsito de los pasos por la muestra va acorde con estas imágenes. Todo conduce a estos fotogramas.
Más allá de la tradicional concepción de la obra de Becerra como un quehacer definido como preocupación por el territorio, lo que se desprende de estas composiciones es el propio deseo de destilar la formación de las construcciones naturales. No se conecta tampoco aquí con la definición tradicional de land art como intervención del territorio, ya que en un espacio con un pasado industrial muy presente, se intenta introducir una reflexión sobre el ecosistema. El desequilibrio entre contenedor y contenido se hace patente.
Con todo, merece la pena tratar de saltar las cuerdas y deambular en el adentro de la instalación. Al observar los entresijos de la pieza se experimenta un cierto desasosiego, una amenaza sorda que se traduce en la interrupción final del recorrido ejecutado. Tras haber contemplado el referente visual diáfano de las imágenes proyectadas, este queda interrumpido. Así, se presentan dos opciones: volver por donde se ha venido o abrirse paso. Esto nos sitúa ante la paradoja de la relación que el sujeto entabla con el medio primigenio. Debe aprehenderse que este no está ejecutado para el confort contemporáneo y que cada uno debe tomar una vía respetuosa y útil de comunicarse con él.
Irradiación de la energía. Milton Becerra.
El Tanque Espacio Cultural. Hasta el 26 de agosto.