El principito

‘El principito’, adaptación de Clapso Producciones de la obra homónima de Antoine de Saint-Exupéry en el 75º aniversario de su publicación, se despide este sábado del Teatro Cuyás con una única función para familias al término de la cual habrá un encuentro con el público y cuyas últimas localidades se encuentran ya a la venta.

Previsto para las 18.00 horas, el de mañana será el último pase tras una serie de funciones escolares celebradas esta semana en el marco del programa pedagógico del recinto del Cabildo, Teatrae, y patrocinadas por la Fundación Mapfre Guanarteme.

Víctor Formoso, Luis Rodríguez y Rosa Escrig protagonizan esta propuesta recomendada para mayores de seis años y planteada por su director, Israel Reyes, como “un viaje por el mundo del teatro de sombras” que “parte de la narración de este clásico de la literatura para adentrarnos en el universo del niño más sabio llegado a la Tierra”.

Y es que, aclaran desde Clapso, el hilo conductor de esta propuesta es la palabra y sus lenguajes son el movimiento y la música completados con las siluetas que, gracias a proyecciones y a una poética iluminación, transforman en imágenes los cuerpos de unos bailarines.

A partir de seis euros (para niños de hasta 14 años) y de ocho (para adultos), las últimas entradas para la función de este sábado pueden aún adquirirse en la taquilla y la web del teatro del Cabildo (www.teatrocuyas.com). 

La historia

El principito (Víctor Formoso) no es un niño ni un adulto, sino un hombre pequeñito, que vive el Asteroide B612. Dando vueltas por el universo, de casualidad llega a la Tierra, donde se encuentra con un aviador (Luis Rodríguez) que intenta reparar su nave tras haberse estrellado en el desierto.

En lugar de ayudarlo, el principito no deja de interrumpir al piloto pidiéndole que le dibuje un cordero. Cuando al fin lo consigue, empieza a contarle su vida y su viaje por otros planetas en los que ha conocido a multitud personajes: un rey, un vanidoso, un hombre de negocios, un farolero, un anciano…

Y en su discurso, el pequeño alienígena intercala una serie de hermosísimas frases que han pasado a la historia no solo por su belleza sino por la sabiduría que encierran: Me pregunto si las estrellas se iluminan con el fin de  que algún día, cada uno pueda encontrar la suya; Será necesario que soporte dos o tres orugas, si  quiero conocer las mariposas; Todas las personas mayores fueron al principio  niños, aunque pocas de ellas lo recuerden; Solo se ve bien con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos; Es una locura odiar a todas las rosas sólo porque una te pinchó; Renunciar a todos tus sueños sólo porque uno de ellos no se cumplió; Es mucho más difícil juzgarte a sí mismo que juzgar a los demás. Si logras juzgarte bien a ti mismo eres un verdadero sabio…

Dedicado a un amigo

El libro de Saint-Exupéry está dedicado al escritor y crítico de arte francés León Werth (1873-1955) o, mejor dicho, al niño que fue. Pese a las grandes diferencias que mantenían entre sí, ambos habían entablado una gran amistad, pero la Segunda Guerra Mundial los separó: León se quedó en Europa y Antoine, que era judío, marchó a Nueva York huyendo de los nazis. Poco antes del final de la contienda, el autor de ‘El principito’ desapareció  durante una misión como miembro de las Fuerzas Aéreas aliadas, dejando destrozado a su colega, al que poco antes se había referido así en su obra maestra:

“Pido perdón a los niños por haber dedicado este libro a una persona mayor. Tenga una seria excusa: esta persona mayor es el mejor amigo que tengo en el mundo. Tengo otra excusa: esta persona mayor puede comprender todo. Hasta los libros para niños. Tengo una tercera excusa: esta persona mayor vive en Francia, donde tiene hambre y frío. Tiene verdadera necesidad de consuelo. Si todas estas excusas no fueron suficientes, quiero dedicar este libre al niño que esta persona mayor fue en otro tiempo. Todas las personas mayores han sido niños antes. Pero pocas lo recuerdan. Corrijo pues mi dedicatoria”.