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Esta semana empecé una tertulia televisiva con un dato escalofriante que muchos de ustedes ya conocen. En España la cuota mensual de autónomo es la existente en el Reino Unido multiplicada por 14. Da hasta miedo (la española). La cuota inglesa parece hasta de risa. Pero así es.

La problemática candente hasta decir basta por parte de los músicos y otros artistas no se ha hecho esperar en los medios de comunicación ante la persecución feroz por parte de la Inspección Provincial de Trabajo. Un conflicto repleto de aristas que no requiere ni mucho menos de una sola solución. De los factores que inciden pasaremos a definir los perfiles profesionales que se están viendo afectados.

La problemática se ha instalado en los bares y clubes de ocio nocturno. En esos pequeños espacios lúdicos donde a duras penas se sigue dando arte en vivo y en directo (o se intenta). Suspendidos festivales, conciertos a gran escala y otros eventos de mayor proyección, los bares, pubs, incluso cafeterías diurnas han quedado como el oasis que generaba algo de economía de hogar en las familias de artistas y propietarios de locales. El cómo lo gestionaban entre ambas partes pertenecía a las condiciones de uno y otro y la negociación que se diera por el medio.

Pero con las instituciones, esta crisis cabalgante y naturalmente el afán recaudatorio por parte de lo público ¡hemos topado!  Comienzan las inspecciones y se paraliza el arte en los locales. Se dan circunstancias de todo tipo. De repente, la impotencia ante no poder hacerte autónomo para muchos, la mayoría. Y sin embargo, la necesidad de actuar corriendo riesgos innecesarios.

Actores implicados

En cualquier caso me parece interesante empezar destacando que hay varios perfiles en esta problemática a enumerar. El contratado y el contratante, que son el artista y el propietario del local. Después están los gestores culturales o intermediarios que, a mi parecer, están absolutamente perdidos en el medio. A ellos corresponde el estar especialmente informados porque juegan un papel fundamental entre las dos partes.

Tienen que jugar con las condiciones entre contratado y contratante. Tienen que conocer la ley y su trampa, visto lo visto en este negocio. Tienen en que conocer el amplio y vasto ámbito de las asociaciones que supuestamente amparan al artista y que cada una cuenta una batalla distinta o una triquiñuela para quedarse con esas cuotas con que los artistas parece que están asegurados. Por último, tienen que tener nociones del inflexible estatuto del autónomo español.

Luego está el papelón de la Inspección Provincial de Trabajo, de cuyo responsable en Tenerife me llegan datos muy fidedignos de ser persona a la que le gustan mucho los espectáculos y eventos en los locales. Vamos, que si puede no se pierde uno. Pero paradójicamente las inspecciones emitidas por este organismo han salido como nunca antes a la calle y no para conocer los locales de ocio y su funcionamiento sino para comprobar todo papel relacionado con el inmueble, los contratos con el personal (incluyendo por supuesto a los artistas).  Si algo no está en regla abren expediente sancionador tanto a local como a artista. Cabe destacar, para frenar sustos de última hora, que las multas van desde los 3.000 euros a los 150.000

Se sabe que más en este momento que nunca la lucha contra la economía sumergida es una prioridad y que no podemos esperar a que las leyes cambien porque ese es el camino más lento de todos. Sobra destacar que un cambio en la Ley de autónomo hacia una mayor flexibilidad que recogiese distintas fórmulas, incluso un anexo para artistas que por lo esporádico de los trabajos y las tarifas no pueden hacerse autónomos, sería lo ideal. En este país, seguramente una quimera. Se tendría que legislar en base a la realidad.

Solución viable

Para empezar mirando por la seguridad de los artistas, el local siempre tiene que dar de alta al artista. Al fin y al cabo, cualquier incidente que ocurra durante una actuación es responsabilidad del propietario del inmueble. Y de cara al artista lo más adecuado es cobrar una entrada y que ese dinero (el que se haya recaudado del público que haya ido, sean 40, 80 o 200 personas) sea suyo. Otra fórmula es pactar con el empresario ir a porcentaje de caja absoluta. En esta vía, no entra caché ni otros baremos. Dependerá del propietario meter un número u otro y del artista cobrar una cantidad incierta que irá en función de su calidad.

Bajo mi punto de vista, cobrar una entrada ofreciendo una consumición como reclamo para entrar es lo más lógico porque es una forma de acostumbrar a la gente a que si quiere ver un evento en un local tiene que entender que ese artista tiene que cobrar por lo que hace. En otros países esto no se cuestiona. La gente entiende que un local que tiene eventos los debe pagar, pues en ese local se está dando un plus. Para tomar una copa lo puedes hacer en cualquier lado.

De lo contrario, la situación sería tan ridícula como esto: el empresario da de alta a los músicos que ofrecen un evento, el artista ofrece un servicio (muchas veces ponen el caché por delante antes de ofrecer a su gente para llenar el local), la gente tiene un espectáculo gratis, consumen si quieren porque lógicamente pueden no hacerlo, y entonces… ¿Y esto ahora quien lo paga? Haciendo referencia al título del último espectáculo de E l supositorio.

Precisamente, a raíz de querer lucrarse todos del pastel de las actuaciones (ahora, en todos los establecimientos) ha nacido la rapiña. Aludo en este punto también a la sensatez y el equilibrio que debe existir entre el número que ofrece el artista y la entrada que se pone, porque la idea es que se llene pero también que el público que ha pagado se quede satisfecho.

Si no se ponen medidas y cada actor implicado en esta trama se enroca en una sola idea, la de no perder dinero, pasan solamente varias situaciones: la cero contribución a la cultura; que las personas sigan sin entender que el arte se paga; se trunca la carrera de artistas que están empezando porque les quitas la semilla, es decir, el lugar por donde empiezan todos. Nadie empieza en un estadio.

Termino incidiendo nuevamente en que el portal Change.org se puede leer perfectamente que en el Reino Unido la cuota de autónomo son 18 euros al mes y en España, salvo algunas bonificaciones, ronda los 250 euros. Prueben a multiplicar la cuota inglesa por 14 para ver el resultado.

DIA DE HOY 170613 2 from EL DÍA televisión on Vimeo.

Foto por dschmiedinghttp://www.flickr.com/photos/36238268@N03/8515254226/in/set-72157632875198617