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Así decía el último parte de la Guerra Civil Española: “En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado”.

Pero no voy a hablar de la Guerra Civil en sí, porque es un tema que generaría una polémica innecesaria, y además porque creo firmemente que no hay ganadores y perdedores en ninguna guerra, sólo víctimas. Sin embargo me gustaría hablaros de un tema íntimamente relacionado: La Ley de Memoria Histórica y en concreto, de su artículo 15. Símbolos y Monumentos Públicos, que establece en su disposición primera que “Las Administraciones públicas, en el ejercicio de sus competencias, tomarán las medidas oportunas para la retirada de escudos, insignias, placas y otros objetos o menciones conmemorativas de exaltación, personal o colectiva, de la sublevación militar, de la Guerra Civil y de la represión de la Dictadura. Entre estas medidas podrá incluirse la retirada de subvenciones o ayudas públicas”. Y en su disposición segunda: “Lo previsto en el apartado anterior no será de aplicación cuando las menciones sean de estricto recuerdo privado, sin exaltación de los enfrentados, o cuando concurran razones artísticas, arquitectónicas o artístico-religiosas protegidas por la ley”. Con un par.

Y yo me pregunto, ¿quién decide si el monumento, insignia, etc. es de exaltación de los enfrentados o no? ¿Quiere decir la Ley que si una placa homenajea a Franco, pero está situada en un edificio protegido, ya no ofende? Dudo que nadie sepa responder a estas cuestiones o que siquiera se las hayan planteado. La clave es crear leyes sin sentido. Supongo que cuando saquen la Ley de Memoria Histórica de Tenerife le cambiaran el nombre a la calle Horacio Nelson (cuyo única relación con esta isla fue un intento de conquista) y a la Avenida Alonso Fernández de Lugo (calle dedicada al famoso “Adelantado” que conquistó Tenerife y esclavizó a los guanches), entre otras, y además acudiremos todos a quemar entre gritos de júbilo la cruz de madera que él plantó en la isla y a la que debemos el nombre de la capital.

Pero ironías aparte, yo voy un paso más allá. Nadie duda del dolor de los parientes de cuantas personas fallecieron en la Guerra o producto de la siguiente dictadura. Nadie. Pero, ¿es motivo suficiente para retirar estos objetos de nuestras calles? Como dijo Cicerón “Quien olvida su Historia está condenado a repetirla”. Es un hecho probado. Y seguir esa pauta es condenar a las generaciones futuras. ¿Qué será lo siguiente? ¿Dejamos de enseñar esa parte de nuestra historia en la escuela? ¿Y después? ¿Borramos la Inquisición y las masacres de los diferentes conquistadores españoles en los pueblos indígenas de América? ¿Y a nivel mundial? ¿Obviamos el exterminio nazi y la bomba atómica? ¿Eliminamos cada parte de la Historia que nos disguste?

No creo que ese sea el camino. Creo que todos deberíamos aprender qué y cómo sucedió, con todos los datos, para evitar que se repita. Y dedicar más tiempo a la cultura y menos a elucubrar leyes que no sirven para ayudar a la gente.

 

*Imagen retocada. Escultura de Bill Woodrow.