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Miguel de Unamuno (1864-1936) es uno de los máximos representantes de la Generación del 98. Como literato, cultivó facetas como la poesía, el teatro, la novela y el ensayo. Participó activamente en la política de su época. Llegó a ser diputado por Salamanca y rector de la universidad de esa misma ciudad, en varias ocasiones.

Controvertido, liberal, prolífico, contestatario, represaliado y genio sin discusión, tuvo una relación con Canarias que ha sido comentada en muchas ocasiones. La primera vez que estuvo en las islas fue en 1910, para presidir los primeros ‘Juegos Florales’ de Las Palmas de Gran Canaria. La segunda, para cumplir destierro en Fuerteventura, donde arribó en marzo de 1924.

Pese a ser su obligado encierro carcelario, la desértica Fuerteventura causó una honda y emotiva impresión en Unamuno. A modo de diario poético, editó un rosario de más de cien sonetos (algunos escritos en la Península, otros en París, aunque la mayoría en Fuerteventura) en los que despliega su talento literario y no escatima elogios sobre la isla. El poemario se publicó bajo el título ‘De Fuerteventura a París’ y en él se recoge un pensamiento quijotesco de la España de su época, una cierta rabia por su persecución política y una paz que aprendió del mar, de las tardes de animadas tertulias con su amigo Castañeira, de la nobleza de los majoreros y del impactante paisaje isleño. Un libro de obligada lectura, no sólo para los canarios, sino para cualquier lector inquieto y curioso.

En este 2014 se cumplen noventa años del paso de Unamuno por Fuerteventura. Una buena ocasión para visitar el museo dedicado a su figura que se encuentra en Puerto del Rosario, así como para acercarse a la figura y obra de uno de los nombres fundamentales de la historia de las letras hispanas.

 

*Imagen: Fragmento de fotografía de la Web AURI ULL, Asociación Universitaria de Relaciones Internacionales. Enlace y original