Poblado Guanche_wide_color

EFE.- Los guanches organizaron la isla de Tenerife con un sistema territorial típico de las sociedades bereberes norteafricanas para aprovechar los recursos disponibles. Cada una de las demarcaciones elegía un mencey, un jefe-guerrero que intervenía y mediaba en los litigios ganaderos y en los conflictos acaecidos en su sección tribal o menceyato.

José Juan Jiménez, conservador del Museo Arqueológico de Tenerife, dependiente del Cabildo insular, señala que la aparición de los menceyatos guanches tiene mucho que ver con la existencia de nueve comarcas naturales en la isla, si bien en ocasiones algunos autores indicaron que sólo había «dos reinos».

La estructura político-territorial de los guanches se relaciona con lo que se conoce como un «sistema segmentario» en el que cada demarcación estaba adscrita a un linaje o clan familiar que lideraba su comarca por razones sociales de parentesco, y que en Tenerife dio lugar a las nueve demarcaciones denominadas Anaga, Güímar, Abona, Adeje, Tegueste, Tacoronte, Taoro, Icode y Daute, indica el arqueólogo.

Correspondía al mencey -en realidad, el mayor de los hermanos de una familia- mediar en los litigios derivados de la organización ganadera y las disputas por los terrenos de pastos, las querellas entre pastores y la competencia por fuentes y abrevaderos.

Los menceyes tenían también la función de liderazgo en este sistema de gobierno y eran elegidos entre los «cabezas de linaje familiar» cuya preponderancia era aceptada, acatada y respetada por los demás miembros de la sociedad.

A ellos les entregaban una parte de las reses de los rebaños que pastaban en cada territorio, cuya carne era luego parcialmente redistribuida en una gran fiesta comunal anual de nueve días de duración para reforzar la identidad colectiva en un territorio neutral y emblemático de la isla, como Las Cañadas del Teide, donde se han descubierto restos arqueológicos que abundan y confirman la presencia humana, precisa José Juan Jiménez.

Añade el investigador que el paulatino crecimiento demográfico trajo como consecuencia la compartimentación de Tenerife en demarcaciones territoriales coincidentes con las comarcas naturales que la integran, y cuyos recursos eran defendidos «de la injerencia de otros segmentos opuestos para garantizarse la subsistencia, reproducción y supervivencia».

Había diferencias de riqueza entre las facciones tribales, algunas de las cuales aspiraban a la supremacía sobre las demás.

A su vez, durante la conquista castellana de la isla se hablaba de «dos reinos» como consecuencia de los pactos establecidos entre las dos grandes facciones tribales, una al sur, con Güímar como núcleo principal en el valle del mismo nombre, y otra al norte, llamada Taoro, cuyo epicentro se correspondía con el actual valle de La Orotava.

La documentación etnohistórica alude a un estado de enfrentamiento latente típico de las sociedades segmentarias entre ambas agrupaciones, rivalidades internas que facilitaron la penetración castellana al quedar establecidas respectivamente como «bandos de paces» y «bandos de guerra».

De cada una de esas cabeceras dependían los otros territorios tribales, cuyos jefes se confederaron mediante pactos al sur y al norte de la dorsal, precisa Jiménez, para quien la organización de los guanches se explica «como una unidad tribal segregada territorialmente por los distintos segmentos que la integraban, todos ellos entroncados entre sí por un antepasado mítico, que suele ser en esos casos real o imaginario».

Finalmente, el depositario del poder carismático del antecesor mítico fue el mencey de Adeje, el único que aparece reflejado como tal en el reparto de datas tras la conquista europea, coincidiendo además con el territorio que ancestralmente se adjudicó el clan indígena predominante que arribó a la isla por esa zona del suroeste de Tenerife.

 

*Imagen retocada: Fragmento de fotografía de la representación de un poblado guanche, en Pueblo Chico, La Orotava.