Gloria Esther Rodríguez y Mercedes Lorenzo, dos pintoras, dos amigas
Me cuenta Gloria Esther que cuando iba de pequeña con su madre a Punta Gorda a la zona del Fayal, a recoger troncos menudos para alimentar el fuego, observaba el bosquecillo, los árboles que se relacionan con la vida y la muerte, con el aire y el fuego. Observaba el paisaje envuelto en la niebla matutina, los caminos cubiertos de musgos, las ramas, los troncos que unas veces se retorcían y otras ascendían y ascendían hasta formar parte de las nubes. Y todo eso le sirvió de inspiración e igual que en el cuento de Tolkien se vio pintando una hoja, una simple hoja que más tarde le llevó a un árbol, a una flor, a un paisaje.
Así el bosque fue su inspiración, su punto de partida pictórica y las flores sus personajes.
Unos meses más tarde conoció un jamaicano, él le dio la idea de utilizar azulejos blancos (sobrantes de la cocina) como si de lienzos o paleta se tratara. Y entonces ella empezó a pintar al óleo casitas impregnadas del aire que brota de las agujas de los pinos, del zumbido del viento en los árboles. Pintó ese paraíso perdido que es la Naturaleza de la isla de La Palma.
En cuanto a Mercedes, al ser hija única hizo que su imaginación se desarrollara extraordinariamente, sobre todo con las cajas que el padre le regalaba llena de chucherías. Cajas que se trasformaban en ideas, que cobraban formas. Formas que se transformaron en sueños, en bocetos. Y los bocetos en casas, en ciudades con el efecto del flujo y el reflujo de sus habitantes, en calles por donde ella transitaba con sus pinceles formando parte de las casas y de los cobertizos. De niños jugando y conversaciones que resonaban en sus oídos. Era como viajar por otro país.
De jóvenes, Gloria Esther Rodríguez y Mercedes Lorenzo encontraron los pinceles, el caballete y las pinturas, un material que les ha servido para capturar los sueños.
La primera exposición de Gloria Esther tuvo lugar en La Casa de la Cultura de Los Llanos de Aridane. Unos años después, Gloria Esther animó a Mercedes, quien en un principio tenía miedo de la experiencia, quería ser honesta consigo misma. Dudaba, no se sentía segura de lo que quería mostrar. Por fin decidió que quería crear unas pinturas que alimentara la dimensión que conforma el ser humano. Quería que su obra despertara las emociones que ella sentía, esos estados que se alimentan de su isla.
Hicieron una exposición conjunta en el Salón de Caja Canarias, y aquella unión significó la madurez de la amistad. En la muestra las hojas y las flores de Gloria Esther estaban vivas y los paisajes de Mercedes eran armónicos, llenos de significados como los sonidos. La crítica de arte corrió a cargo de dos personajes importantes del mundo de la cultura en la isla de la Palma, Pilar Rey y Antonio Abdo. Hubo un lleno total y ambas recuerdan todavía las sonrisas, las felicitaciones, el éxito de aquella primera exposición conjunta.
En la actualidad, Gloria Esther sigue jugando con los pinceles igual que si fueran los juguetes que no tuvo de pequeña. Sigue mirando por encima de los matorrales, captando los instantes. Esbozando retratos que reflejan la carne, la piel, la intimidad. Todo un reto para la pintora. Y sin olvidar aquel universo de sus bodegones y de sus rosas, ahora mira a lo lejos, al mar y penetra en las olas que pierden el equilibrio, se deja dominar por el océano y crea unas marinas con espumas que se balancean sobre los azules.
En cuanto a Mercedes se sale del laberinto del sueño y nos presenta una obra que se caracteriza por pinceladas largas, generalmente de gran formato, en búsqueda constante de la luz y del color, de ese paisaje luminoso que le regala serenidad. Porque su pintura se ha convertido en una necesidad que la libera de las ataduras que la vida le ha impuesto, de libertad y felicidad, de una imperiosa necesidad de plasmar dibujos, pinturas con técnicas mixtas que provoquen sensaciones en quienes los observen.
Ambas llegan al lienzo en blanco de diferente manera: Gloria prepara el camino con mucho cuidado, mientras que Mercedes actúa por impulso, plasmando momentáneos flashes de color.
Gloria Esther Rodríguez y Mercedes Lorenzo: dos pintoras, dos amigas que vuelven la vista atrás y no ven más que la honestidad de sus sentimientos. De ese sentimiento del que pueden seguir presumiendo porque es verdadero.
Muchas felicidades por el arte, por seguir pintando, pero sobre todo por la amistad.
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*Imagen Superior: Fragmento de fotografía original. Ver Original.