Dando la vara - OMVULPGC

Autor: Juan Crisóstomo

Este último verano se ha prorrogado un poquito más de la cuenta a tenor de los días más o menos soleados que han iluminado la capital grancanaria.  El año pasado, tal y como recuerdo, no fue así, y desde unas fechas anteriores a esta segunda semana de octubre el frío se había agarrado a nuestras pieles y no se había querido marchar, sólo nos quedaba abrigarnos.

Y este octubre también ha sido diferente, no sólo en lo climatológico ni en la posibilidad de mantener todavía mis brazos a la intemperie, sino porque he vuelto a disfrutar de un concierto de la Orquesta Universitaria Maestro Valle de la ULPGC en el Paraninfo. Incluso si hubiera hecho frío como el pasado año, no lo habría percibido, porque en la noche del pasado viernes diez de octubre en ese espacio se congregó una gran cantidad de público, tres cuartos de aforo para ser más exactos y ajustados, reclamados por el calor de una llamada solidaria como era la dedicatoria de la “recaudación” a la campaña realizada por Médicos del Mundo en Sierra Leona y en la que esta ONG intenta, con gran esfuerzo, realizar tareas de prevención que eviten al máximo la extensión del virus ébola, tan nombrado esta semana a este lado del mundo, nuestro “primer” mundo.  La Orquesta Universitaria Maestro Valle no lleva a cabo el cobro de las entradas en sus conciertos, pero esta vez, dado el objetivo solidario, ofrecieron a esta organización no gubernamental no sólo su trabajo, sino algo tangible que permitirá que esas labores de prevención sirvan para ir cercando al virus en origen y evitando que se pierdan más vidas, vidas que no son diferentes a las de aquí y que donde quiera que se extingan, siempre serán vidas acabadas.

El preámbulo al concierto lo constituyó la intervención de la representante de Médicos del Mundo en Canarias, Pino González, que mostró, apoyada en pantalla por una presentación, datos de extensión y víctimas del ébola en el África Occidental, así como detalles del trabajo que llevan a cabo en primera línea de combate en Sierra Leona. Sin duda, conocer a estos valientes es un motivo para darse cuenta de que en esa primera línea hay personas a las que también les gustaría escuchar, como yo, un concierto con la tranquilidad que yo lo hago, pero que han elegido meterse en la vida de otros para que el virus, en este caso, no se las arranque.

La parte musical del concierto empezó con la puesta en escena de las obras preparadas dentro del Curso de Trombón impartido a lo largo de la semana por Francisco del Rosario. ¡Oh, sorpresa! Lo que aconteció en ese escenario fue la transformación de muchas de las ideas asociadas con el tradicional uso del trombón o, al menos, relacionadas con la sensación de que íbamos a escuchar música proveniente de ocho trombones que no precisamente iba a ser «cómoda» dados los prejuicios sobre ese instrumento.  El resultado de la interpretación de varios temas y estilos en la tarima por parte de los trombonistas resultó de una calidad increíble. Obras del renacimiento y del romanticismo, así como transcripciones de canciones tan actuales como “Heal the world” de Michael Jackson o “My Way” de Jacques Revaux, entre otras, abrieron nuestros oídos al escuchar un sonido dulce y redondo que emanaba de unos instrumentos excelentemente manejados por unos alumnos que estuvieron a la altura del maestro Rosario. Este, en ocasiones, nos hizo vislumbrar el alcance sonoro del trombón con intervenciones solistas, en registros agudos, que daban a entender el dominio del mismo y sus capacidades sonoras.

Y se siguió “dando la vara” con la presencia de la Orquesta Universitaria, su director, José Brito, y la intervención como solista del maestro Francisco del Rosario. Nuevamente, pudimos comprobar las capacidades del trombón en un concierto escrito por Ferdinand David para este instrumento y del que desconocíamos su existencia, pero la introducción a la obra, hábilmente documentada por el presentador, nos dio a entender que aquel concierto había sido concebido en pleno pre-romanticismo por el nombrado compositor alemán, a la par virtuoso violinista. Al instante, la orquesta hizo que disfrutáramos de una bellísima música y de una magnífica interpretación por parte del trombón solista. El Concertino para trombón, op. 4, en Mib Mayor permitió ofrecer por parte del maestro Rosario una alternancia de pasajes técnicos con otras frases de un legato sutil en el primer movimiento, y una dinámica increíble de fortes y pianos en el segundo movimiento; algo más lento en tiempo de marcha fúnebre, pero desarrollado en tono menor, lo que supuso la expresión de melodías dramáticas en el sonido y extremas en cuanto al rango técnico del instrumento.  El tercer y último movimiento, reexposición del primero, sólo confirmó la increíble prestancia del trombón y la suerte de tener ante nosotros a un solista de talla internacional como Francisco del Rosario, que aportó la dinámica e intensidad requerida por la obra y concluyó la misma con un sonido de una factura colosal, llenando de sonido amable, pero con el carácter heroico buscado por el compositor, el espacio respirable del interior del Paraninfo. ¡Excelente!

Sólo restaba escuchar la versión preparada por la Orquesta Universitaria del último movimiento de la Sinfonía Nº9 en Mi menor, “Del Nuevo Mundo”, de Antonin Dvorak.  La orquesta tuvo un invitado de excepción puesto que entre sus trombones se encajó de manera humilde y colaborativa el maestro Rosario.  Se notó cómo los alumnos que junto a él tenían la labor de defender los papeles de trombón, así como los otros miembros de la orquesta, se sentían orgullosos de que el maestro, un profesional consagrado, ocupara una silla entre el grupo, aportando como se ha de aportar en un conjunto orquestal en el que cada uno/a, independientemente del nivel adquirido, ofrece durante cada concierto y ensayo su mejor quehacer y disponibilidad para obtener un resultado único.

La interpretación del Allegro con fuoco fue intensa desde el principio. No por haberla oído en múltiples ocasiones en directo o en grabaciones uno pierde la capacidad de sorprenderse y, a ciencia cierta, que la Orquesta Universitaria lo hizo.  Los primeros compases, ejecutados sólo por las cuerdas, fueron de una intensidad desgarradora, suficientes para percibir que la versión que quedaba por escuchar iba a estar a la altura de la interpretada por una orquesta de quizás mayor número de elementos de cuerda, pero no de más calidad: si la interpretación de las cuerdas de la Orquesta Universitaria fue la que escuchamos el pasado viernes a pesar del reducido número de violines primeros y segundos, no quisiera imaginar lo que supondría este o cualquier otro sonido proveniente de una cuerda más extensa que ejecutara según lo escuchado.

Aun así, tuve la sensación de percibir un sonido compacto, en general, de toda la orquesta, pero en especial, de la cuerda, en la que el número de intérpretes no tenía nada que ver. En este, y en otros detalles, la Orquesta Universitaria empieza a tener su seña de identidad sonora, su sonido propio, aunque es cierto que les queda trabajo por hacer en cuanto a sincronización y seguridad en entradas, así como en aspectos cada vez más sutiles y rebuscados de afinación, necesarios para alcanzar la excelencia. El desarrollo de este sonido propio a lo largo del cuarto movimiento de la sinfonía tuvo siempre su fundamentación. Cuando la obra exigía sonido de metales, trompas, trompetas, trombones y tuba, funcionaban de manera compacta; si el requerimiento era de viento madera, la respuesta era de tonos y empastes adecuados a la partitura (el solo de clarinete fue un claro ejemplo de expresión musical adaptada a la necesidad de la obra); y si se exigía contraste en el pizzicato de los contrabajos y chelos o en el desarrollo de las melodías en violines y violas, la respuesta era siempre precisa. Así, con calidad, transcurrió este Allegro con fuoco hasta llegar al magnífico final, en el que toda la orquesta se puso al servicio del tema principal.  Este tema retornó bajo un entorno dramático inicialmente y, justo antes de acabar el movimiento, se transformó en un sonido abierto y lleno protagonizado por trompetas y trombones, protagonistas una vez más. La obra alcanzó el stringendo final y finalizó con una nota de las maderas agudas, en diminuendo, lo que dejó la satisfacción de haber escuchado una gran obra y un gran concierto que había despertado nuevamente el deseo de volver a escuchar a la Orquesta Universitaria Maestro Valle en cualquier otro programa que plantearan.

Corroboro lo sugerido al final de la temporada pasada, cuando me atreví a escribir acerca de esta agrupación, sobre la calidad de esta orquesta. El comienzo de esta temporada ha encajado aún más la idea de que la Orquesta Universitaria se está convirtiendo en una muy interesante opción cultural, porque entre la oferta que está creciendo en la capital, y dado que hay público para todas las opciones, yo elijo desplazarme hasta el Paraninfo y disfrutar de esta forma de programar y de hacernos más asequible la música orquestal. Además, nos la muestran de manera limpia, con información sobre lo que vamos a escuchar y con algo que me llamó la atención del concierto del pasado viernes: al final del mismo, la orquesta no sólo saludó, sino que nos saludó, acercándose al público para darnos las gracias por la asistencia y nuestra aportación a la causa de Médicos del Mundo. Y esta colaboración creo que también se debería establecer entre el público y la orquesta como entidad, que aunque está impulsada por el Vicerrectorado de Cultura y Atención Integral de la ULPGC, es gestionada también por sus componentes.

Tengo la impresión de que cualquier iniciativa de apoyo, no sólo yendo a los conciertos, sino en la línea de contribuir quizás con un precio simbólico de entrada, consolidaría y daría aún más posibilidades a esta agrupación para formalizar y hacer tangible las múltiples ideas que seguro tienen, sólo basta ver la programación de este año para darse cuenta de que están subiendo escalones de manera pausada, pero con lo visto y escuchado el viernes, la velocidad de crucero está establecida y estoy seguro de que nos llevaremos más sorpresas y más disfrute antes del próximo junio de 2015. Están rompiendo con una distancia que parecía insalvable: la que separa a una orquesta del público, y les puedo asegurar que lo están consiguiendo.