Cuando mi madre murió yo era muy joven, /y cuando mi padre me vendió mi boca /apenas podía gemir, gemir, gemir, gemir, /así que limpio chimeneas y duermo en el hollín…
“El deshollinador” de William Blake 1757-1827
Las historias que reflejan la pobreza y el dolor como tema social han estado representadas desde siempre en obras literarias o en pintores como Murillo o Goya quienes mostraron niños pobres y andrajosos, niños discriminados, la desigualdad y el hambre. Imágenes de dolor y miseria en menores de edad. Niños que sufren en un Mundo injusto y desigual.
Así, Clodobaldo González, transmite a través de unos trazos rápidos, las emociones de los niños trabajadores, la explotación infantil, el empleo de niños inocentes. Cautiva el pintor al espectador colocando a los niños una nariz de payaso como guiño cómico al sufrimiento, un gesto a lo Chaplin.
Óleos y acrílicos en los que nos muestra Clodobaldo rostros expresivos al estilo del pintor ecuatoriano Kingman. Una obra de tristeza derramada por la que transitan seres humildes, víctimas de humillación, el abuso por parte de los organismos de poder. Una obra que provoca emociones en el espectador.
Daniel Rodríguez Báez ha sabido retratar la soledad que se oculta tras esos retratos íntimos y cercanos, repletos del estremecimiento, del color y el candor de personajes marginados como el lienzo de “Lolita Pluma”.
Quizás sus estudios de Grado en Arquitectura le han ayudado a manejar con destreza la proporción y la perspectiva del dibujo en ambientes urbanos como La Catedral de Las Palmas de Gran Canaria o La Playa de Las Canteras que hoy exhibe con un ligero tinte del Pop-Art Americano.
Un artista que, través de la abstracción del color, se adapta a las exigencias del mundo del arte de hoy en día. Un artista joven que ha sido recientemente galardonado con el Primer Premio en el Certamen de Pintura del Ayuntamiento de Arucas y un accésit con su obra “El paseo por Vegueta” en el Certamen de Pintura de Mesa y López. Las Palmas de G. Canaria.
Juan Santiago González Machín, en su profesión de radiotelegrafista tuvo la oportunidad de conocer varios continentes, de observar a través de su alma viajera el paisaje desde el interior de las personas. Rostros que hoy nos ofrece, retratos de africanos de Laos, en Nigeria y el rostro de una mejicana que trató de pintar aprisa cuando la conoció, de explicar en un boceto a pastel su presencia, y hoy nos entrega al óleo.
Alumno de la Escuela Luján Pérez y del pintor Juan Alberto Díaz González se siente atraído por su entorno, por la belleza natural de sus cactus y por los rincones que le rodea. Revive el espíritu de una calle de Vegueta, llena de quietud y nos envuelve con la luz suave y triste, con el color del oro viejo de la luz de una farola.
Paco Dávila, fue profesor en la Universidad de Ingeniería Técnica. Comenzó su carrera artística hace más de una década. Sus profesores han sido Pablo Losa y Robert Murray, entre otros. Nos brinda bodegones realistas, uno en acrílico y otro en acuarela. Unos pocos objetos colocados sobre una vieja mesa: queso recién cortado, rodeado de tallas de barro y el típico cuchillo canario. El fondo más oscuro intensifica el contraste claro y compacto del queso o de las botellas y su apariencia.
Pero el pintor nos celebra también la belleza del paisaje herreño en el óleo del Charco azul, y lo hace con un lirismo romántico de aguas mansas que parece que se escuchan. Y otro paisaje realizado a pastel de la umbría del Roque Nublo, repleto de tranquilidad.
El escultor Román del Pino Medina Quintana, ha realizado diversos cursos en su formación escultórica entre ellos con la catedrática en Bellas Artes de la Universidad de La Laguna, M. Isabel Sánchez Bonilla.
Román del Pino hace escultura, el arte que toca más a la tierra. Y nos presenta una obra titulada “La Frontera” que es una alegoría sobre la vida y la muerte representada con un huevo de caracol. Y “La perdición de Ícaro (Folias del triste Poder) realizada en acero corten, que simboliza el viejo tema mitológico de Ícaro. Una preciosa obra que para nuestro escultor significa la obsesión del poder. De ese poder que queremos conseguir a cualquier precio, olvidando algunos de sus protagonistas que los pueblos requieren como empleo, ingreso, alimentos, una buena Sanidad, Educación, Libertad y Democracia.
También el escultor ha exteriorizado en sus obras las emociones provocadas por su experiencia ante la sociedad, por eso le da vida a una obra titulada “El fuerte de los cuatro arqueros” una pieza realizada con cadenas y sujeta a un soporte reciclado de un tractor. Una alusión a los partidos políticos de nuestro país.
Felicito a los artistas por el sentimiento artístico, por este grito de denuncia al dolor y a la miseria que soportan los niños trabajadores. Una colectiva repleta de simbolismo, del color del paisaje, de los rostros y de la neblina triste de un mundo desigual.
Una exposición que pueden ver desde el día 4 al 18 en el Museo Domingo Rivero, calle Torres, 10. Las Palmas de Gran Canaria.
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