Artículo de opinión de Mariluz Fajardo para Bioesfera Digital

Pepe Damaso

Ingenuamente creí que el rubor en las mejillas del presidente Clavijo afloraría en algún momento de su mandato, ya sea por los casos que destapan de su paso por la Alcaldía de La Laguna, ya por su gestión de los asuntos que le ocupan en su cargo como servidor público. Y pensé, en mi inconsciencia, que recularía en sus actos porque, desde diversos ámbitos, le sugirieran una bajada de su perfil de rey mago, y le explicaran el alcance del término «servir» y sus matices, si se está en un bar, en una iglesia o en un cargo público. Sus consejeros, directores generales, asesores, presidentes de cabildos, alcaldes concejales, de CC o de otros partidos, y, especialmente, el mundo del arte y de la cultura, parecían los llamados a tocar el espíritu sensible del presidente para, o ponerse coto en sus dispendios con el artista Pepe Dámaso, o, en todo caso, repartir los reconocimientos en aquellos que más lo merecieran.

No daré a Dámaso aquello de lo que no es acreedor, y de merecer algo sería una ayuda del Ayuntamiento de Agaete, si así lo considerara, para dar curso a un museo en su pueblo, siempre que legara sus bienes al municipio. Punto. La injustificable generosidad desde Presidencia del Gobierno con un único artista que tiene la cualidad de producir mucho, mal y obra muy inconsistente, me conduce a preguntarme y a preguntar a la sesuda intelectualidad canaria sobre a dónde miran, sobre qué temen y qué esperan. No escucho críticas -pues estas suelen ser interpretadas en clave de resentimiento- pero aún resulta más inquietante no escuchar alabanzas ni adhesiones al megalómano proyecto de ensalzamiento de Dámaso a golpe de talonario.

Esta bacanal desenfrenada a la que ha descendido Clavijo, hurtando recursos de todos los canarios para transferirlos a la cuenta corriente de un ciudadano, se me antoja como un más que evidente mal uso de los recursos y un descarado y bochornoso espectáculo que, en el código de la buena gobernanza, debe aparecer recogido como «lo que nunca hay que hacer en el uso de un cargo público».

Es probable que todo tenga su explicación, lo del despiporre financiero y lo del silencio cómplice, en que es lo que todo cristo podría haber venido practicando en la esfera pública en distintas áreas, por lo que nadie, por pringados, va a denunciar. La otra parte es que los potenciales beneficiarios de la próxima veleidad de Clavijo callan, no sea que no les toque algo de esta suerte de lotería. Quedan los honorables, los artistas e intelectuales que callan porque su pan está en juego, o lo están las subvenciones y los encargos. O el ostracismo, la muerte en vida. Silencio, por tanto.

Ya perdí la cuenta de partidos o agrupaciones políticas que hay censadas en Canarias. De ellas sé que la mayoría no ve, no escucha y no habla, y ello dice mucho del tipo de personas que las conforman y lo que podemos esperar de ellas. ¿Acaso anhelan poder hacer lo mismo con los colegas? Y no puede ser que todos, absolutamente todos, sean tan cómplices. No entiendo este silencio, les juro que no lo entiendo.