Sonia García: “En nuestra vida sigue existiendo Pakistán”

Un viaje por el país asiático transforma la familia de la viajera tinerfeña

Sonia García siempre ha sido viajera y, desde pequeños, también sus tres hijos. En verano de 2011 decidió dar una sorpresa a unos amigos que tenían previsto pasar una temporada en Pakistán, practicando trekking en el Karakórum, una de las grandes cordilleras asiáticas, y colaborando con un proyecto de desarrollo en una aldea al pie de esta montaña, Hushe.

Sonia Garcia

Aunque experimentados, la aventura era singular: un destino complejo y tres niños, de 10, 9 y 8 años hacen que el viaje tenga que prepararse a conciencia. Hoy, estos niños tienen 14, 13 y 11 años y hay dos nuevos miembros en la familia: el marido de Sonia, Alí, y su hija pequeña, de diez meses. Este año hicieron un segundo viaje al país asiático y definitivamente, asegura, “en nuestra vida sigue existiendo Pakistán”.

Sonia García narrará su experiencia y la de su familia en este viaje singular este jueves, 18 de septiembre, a las 18.00 horas en la sala polivalente de la Biblioteca Tomás Iriarte de Puerto de la Cruz.

Sonia llevaba tiempo con la intención de añadir a sus aventuras viajeras la vertiente solidaria del voluntariado, practicado también en familia, como el propio viaje. La investigación durante los seis meses de preparativos previos ofreció unos datos que luego confirmaría a lo largo de la experiencia: Pakistán era un lugar ideal, porque no había los riesgos propios de otros sitios.

“La preparación del viaje fue muy intensa, porque iba a meter a los niños en esa experiencia y había que dejarlo organizado, por mis hijos, ya que la decisión la estaba tomando yo, pero también los involucraba a ellos”. Los preparativos incluyeron no solo una gran cantidad de previsiones: “siempre preparo mis viajes pensando en la educación de mis hijos;  me apetecía que mis hijos se empaparan de lo que vivirían allí”.

Sonia García describe Hushe como “uno de los lugares habitados más remotos del planeta, en un país alucinante, donde la gente te da lo que tiene y más…nunca me he sentido tan bien tratada”. Los cooperantes españoles que buscaban ya habían partido cuando llegaron, pero allí encontraron al gerente del proyecto de desarrollo, Alí, que ahora es su marido, con el que tiene su hija pequeña y con quien ha abierto la tasca Rakaposhi Tapas Bar, en La Laguna.

Sonia García y su familia al completo aún no han escrito su historia, pero en la tasca, semanalmente, celebran encuentros para contar viajes y aventuras y, este año, emplearon los fondos provenientes de la propina de la tasca y los recaudados en el colegio de sus hijos para desarrollar un programa de baloncesto en la aldea pakistaní.

El balance de la experiencia es bueno. Entre otras cosas, sus hijos han reforzado el inglés con los niños de la aldea, que son trilingües, puesto que estudian inglés para prepararse para trabajar en el futuro con los montañeros occidentales que visitan su región, además de su idioma local y el urdú, la lengua oficial del país.

“Después de haber pisado Pakistán rompí totalmente” con ese tipo de vida tan occidental que convierte la existencia en una carrera de obstáculos en la que la satisfacción de determinadas etapas materiales es la que indica si la vida ha valido o no la pena. “De repente te planteas qué sentido tiene tu vida. Mis hijos siguen teniendo cosas materiales, pero intentan valorar las oportunidades que tienen, porque han visto en otro lugar del mundo niños igual de inteligentes, simpáticos, con el mismo sentido del humor y que no tienen las mismas oportunidades que ellos y eso les ha permitido, curiosamente, descubrir un mundo curioso en el que todos somos iguales”.

 

Cecilia Domínguez: “Volvería a París y a Florencia”

La escritora tinerfeña participa en el Festival Periplo dentro de la sección ‘Nada que declarar. Mujer viajando sola’

“Volvería a París y a Florencia”, afirma con seguridad la escritora tinerfeña Cecilia Domínguez, pero en realidad “me basta mi cuartito, como también la ocurría a Pérez Minik: no necesito estar instalada en otros lugares”. Como viajera, Domínguez está interesada en las ciudades europeas: “prefiero viajar a Europa, por ahora. Me interesa más conocer esa civilización occidental a la que pertenezco”, aunque, aclara: “estuve en Caracas y me encantó. La ciudad la disfruté, me sentía en casa”.

cecilia-dominguezFlorencia, es “el arte en la calle, en cualquier sitio”. El David de Miguel Ángel la retuvo durante una hora ante su figura; el impacto fue tal que le dedicó un poema. En la capital francesa le encontró encanto a todo, paseaba hasta ocho horas, sin parar: “me parecía que se podía sacar un poema de cualquier calle; no tanto de la gente, que no traté mucho”.

La escritora Cecilia Domínguez participa en el Festival Periplo de Literatura de Viajes y Aventuras, Periplo, en la sección “Nada que declarar. Mujer viajando sola, que recurre al título de la norteamericana Mary Morris para reflexionar sobre las posibles diferencias entre la experiencia del viaje entre hombres y mujeres. Interviene en una entrevista pública con Emilia Vié, este jueves, 18 de septiembre, a las 19.00 horas en el patio del Museo Arqueológico de Puerto de la Cruz.

Domínguez no cree en esas diferencias marcadas por e género, ni en la experiencia del viaje ni en la de la literatura. Niega con rotundidad la existencia de una voz literaria femenina: “no creo en la literatura femenina; con eso explico todo”, subraya. “La literatura no tiene género, cuando uno está escribiendo no es hombre o mujer, sino escritor. Ahí no importa el sexo que uno tenga, se puede escribir sin que haya diferencia”.

Aplica el mismo criterio a los viajes: “imagino que hombres y mujeres coincidiremos en algunas cosas… El hombre también pede emocionarse ante el Gran Canal de Venecia o el David de Miguel Ángel; el hecho de estar abierto al viaje iguala a hombres y mujeres, todo depende del espíritu viajero que tenga cada uno, pero también hay mujeres aventureras”.

Para Domínguez, en este momento existen distintos tipos de viajes posibles: el físico, el virtual, a través de Internet, y el literario. “Todos pueden ser fuente de inspiración para novelas o para hablar de los lugares en sí. No son sustituibles uno por otro. Las experiencias son diferentes. Hay cosas físicas que no se pueden vivir si no has estado en ese lugar. Ahí está la imaginación del escritor: pienso que puede ser diferente para él, pero no para el lector. El hecho de ponerle imaginación, de trasladarse mentalmente al lugar es fundamental para que el lector se lo crea. En eso está la habilidad del escritor”.

Entre los viajes más inspiradores para ella desde el punto de vista literario, Domínguez señala una visita a Bucarest, invitada por el Instituto Cervantes. La ciudad le impactó “negativamente, era muy triste”, pero la visita al palacio de Mogosoaia le hizo sentir “algo que me llevó a escribir sobre eso y a partir de ahí se me ocurrió escribir sobre todas las ciudades que había visitado”, un impulso que dio origen a su libro La ciudad y el deseo. En la experiencia opuesta, para escribir su novela Los niños de la lata de tomate, situada en Burkina Faso no necesitó viajar “físicamente, fue suficiente documentarme por Internet, y estuve año y medio informándome, viendo documentales, situándome en el lugar en un viaje que no fue físico”.

La escritora recomienda a los viajeros que estén abiertos y se dejen atrapar por las ciudades, “abiertos a cualquier sensación, a todo lo que le llegue… en cualquier sitio puede surgir la sorpresa”.