Pamen-Pereira-Artizar

Pamen Pereira. Tampoco el mar duerme II.

Siempre subyace en la contemplación paisajística un componente de soledad. Este sentimiento es inseparable de lo insondable que la naturaleza posee. Pamen Pereira propone en Tampoco el mar duerme II no un fenómeno anclado en lo localista sino la universalidad del proceso. Este se estructura en torno a la figura del océano.

Este complemento de la tierra presenta en sí mismo la dicotomía de la presencia y la ausencia, puesto que del mismo modo que es apreciable a simple vista, esconde en él una cierta cualidad de noúmeno kantiano, insertándose en el terreno de lo inteligible como foco de los deseos de pérdida y huida del propio ser. La contemplación se ubica, sin embargo, desde tierra firme, donde la figura del faro, representado aquí por una candela que se derrite hasta configurar un sombrero que levita, permanece incólume frente al sonido del oleaje omnipresente en la muestra.

Tampoco el mar duerme II esconde la voluntad occidental de domeñar la naturaleza. Pero, esta vez no con el objeto de explotar sus recursos sino de observarla permanentemente, al modo de un gabinete de curiosidades. El agua queda contenida en una pecera esférica situada encima de un mueble de salón, un aparador simple que introduce la idea de acopio. Con todo, la penumbra de la sala incita a una reflexión perturbadora y solitaria e introduce una dualidad tan antigua como el mundo: luz y oscuridad. Esta se traslada rápidamente hacia el terreno de la existencia y la muerte, estructurada en torno a los seres alados que reciben al visitante. Estos se componen en torno a vértebras animales introduciendo el aire en la tierra y en el agua. Del mismo modo, se introduce un carácter apotropaico clásico romano derivado de aquellas figuras aladas que Plinio llamó medicus invidae y cuyo único objeto era el de alejar energías nocivas de aquellos que los situaran en las paredes de sus viviendas.

Pereira establece así un espacio acotado. Ahora bien, este dista de resultar liberador o agradable y en una contemplación prolongada puede sumir al visitante en un totum revolutum de pulsiones encontradas. El juego de las emociones que la artista pretende crear en la sala de Artizar puede resultar peligroso pero nunca indiferente debido a las particularidades del montaje y a la propia producción de la obra. Lo cierto es que todo ello encuentra un denominador común en la necesidad de perpetuar un secreto ancestral indescifrable derivado de la propia contemplación solitaria. Se trata entonces de evaluar el resultado que emergerá de la quietud, siendo este indudablemente propio e íntimo.

 

Pamen Pereira. Tampoco el mar duerme II. Galería Artizar. La Laguna. Hasta el 17 de octubre.