La participación de la Mahler Chamber Orchestra en el Festival de Música de Canarias tal vez sirva para sintetizar la esencia del proceso de innovación que se ha producido, en la presente edición, después de 32 años de historia de un evento decimonónico controlado bajo la férrea mano de su lobby

Un cambio, que en honor a la verdad, se empezó a fraguar cuando el FIMC cumplió 25 años y el entonces Director General de Cultura, Alberto Delgado, declaró a los medios que «se debía «replantear» la idea del Festival de Música pues habían pasado 25 años desde su creación y las cosas «cambian»», como publicamos en este artículo que puedes leer aquí.  Evolución que también quiso imprimir la anterior directora del FIMC, Candelaria Rodríguez, como quedó patente en unas declaraciones a Canarias 7 en 2009 y en una entrevista posterior al mismo medio en 2010.

Ninguno de los dos lo lograron llevar a término por culpa del mencionado lobby que incluso consiguió que cesaran a Candelaria del cargo. Es el mismo lobby el que sigue presionando hoy para que echen al actual director, Nino Díaz, sin darse cuenta de que el FIMC ya no es solo de un pequeño grupo de privilegiados sino que se está abriendo a la sociedad y que esta no está dispuesta a perderlo nunca jamás. Un cambio que ya Nino Díaz tenía claro cuando escribió el artículo Festival de Música: Reinventarse o morir, mucho antes de que se pudiera imaginar que al final iba a ser él el llamado a ‘comerse el marrón’ de llevarlo a cabo, mucho más comedido, eso sí, que en su propuesta inicial.

Y como decía en el encabezado, tal vez la Mahler Chamber Orchestra sea el mejor ejemplo de este proceso de mejora y de innovación de nuestro Festival. El Festival de todos.

La Mahler inauguró la actividad del 33 FIMC de la forma más razonable, más justa y más bonita que un evento cultural financiado con dinero público pueda hacer, pensando en los más desfavorecidos con el proyecto Feel the Music. Una actividad en la que durante dos días la agrupación enseñó a niños y personas con problemas auditivos a escuchar la música utilizando todos los sentidos y, como bien nos explicó Marina Hervás, «rompiendo con formatos anticuados de interpretación, en los que el músico es de allá y el público el de aquí, el que pone en cuestión el protocolo que remarque esa distancia y el que pone en tela de juicio quién es el tipo de persona apta para asistir a conciertos».

Otra actividad que también ha marcado una gran diferencia con pasadas ediciones ha sido la intervención de la joven musicóloga arriba mencionada, Marina Hervás, que, por un lado, nos ha ido explicando todo lo relativo a las obras y músicos de este 33 FIMC desde el novedoso blog que ha tenido ya más de 5.000 visitas. Pero, además, nos recibió antes de los conciertos para explicarnos lo que íbamos a escuchar, como fue el caso de este concierto que nos ocupa, llegando casi al don de la ubicuidad. También se encargó de llevar a los alumnos del Conservatorio que así lo pidieron a las pruebas acústicas para conocer de cerca a los artistas. O mantenernos informados desde Twitter, Facebook o Instagram de los entresijos, desplazamientos y evoluciones del que ha sido el más grande festival en número de conciertos y municipios visitados hasta la fecha.

Otro gesto inequívoco del Festival es que los conciertos de inauguración los abriera la MCO con una partitura de un autor canario, dejando claro que el nombre del evento, por fin, guarda relación directa con el contenido.

Chamán, del compositor Gustavo A. Trujillo, fue la obra elegida para arrancar un Festival en la que la presencia de compositores e intérpretes canarios no ha tenido parangón con ninguna otra edición. Otro de los cambios importantes. Cambio que produjo inicialmente que destacados componentes del lobby pusieran el grito en el cielo atreviéndose a afirmar que la calidad de los profesionales canarios no estaba a la altura de ‘su festival’. Algo imperdonable que corearon algunas plumas amigas y que perdurará, asociado a sus nombres, para siempre.

La realidad ha sido bien distinta. El éxito de Chamán, así como del resto de obras de autores canarios presentadas hasta este momento, ha sido ampliamente refrendado por el público, por musicólogos, por expertos e, incluso, hasta por esas plumas que pusieron, inicialmente, el grito en el cielo llegando a decir ahora que lo «más aplaudido fue la obra del compositor canario»… Es que o no frena o se pasa de frenada.

El éxito de Chamán, en mi modesta opinión, se debió a tres elementos de la ecuación; una obra bien construida por un joven compositor de talento, una interpretación bien estudiada por un joven y magnífico director y ensayada por una de las mejores orquestas del mundo, joven también, y una obra bien programada dentro del Festival.

Otro elemento innovador de este año ha sido que los encuentros de los alumnos y profesores de composición del Conservatorio Superior de Música de Canarias con los compositores, han sido patrocinados por la Sociedad General de Autores y Editores, retomando así el Festival los convenios por patrocinio y colaboración con entidades privadas. Esta actividad cumple una función didáctica de primer orden y, encima, sin cargo para las arcas públicas gracias al patrocinador.

Los conciertos inaugurales de Tenerife y Gran Canaria continuaron con una soberbia interpretación del concierto nº1 para violín de S. Prokofiev con un Frank – Peter Zimmermann que dejó claro el porqué está considerado como uno de los mejores violinistas del mundo.

Aunque personalmente disfruté más la primera parte del concierto con el binomio Trujillo / Prokofiev, el director Jakub Hrusa se salió con la interpretación de Nature, Life and Love de Dvorak demostrando que ‘nada como interpretar música de casa’.

Pero la MCO también protagonizó otro de los cambios importantes de esta nueva edición; la presencia descentralizada de música de calidad. Para ello la Mahler se trasladó al Teatro El Salinero en Lanzarote, el Auditorio de Fuerteventura, el Auditorio Infanta Cristina de La Gomera, la Iglesia de Nuestra Señora de la Concepción en El Hierro y el Teatro Circo de Marte de La Palma, en formato octeto, con el que interpretaron magistralmente el Octeto para vientos de I. Stravinsky, la Canzone para metales y fagots de G. Gabrieli, Canciones de la Ópera de les Tres peniques de K. Weill, Madrigales para metales y fagots de C. Gesualdo y la Jazz Suite No. 1 de D. Shostakovich.

Todos estos conciertos tuvieron una notable respuesta por parte del público, sobre todo teniendo en cuenta el número de habitantes, dándose la paradoja de que han acudido, proporcionalmente, más público en determinados municipios de las islas no capitalinas que en las capitalinas.

La Mahler Chamber Orchestra es una orquesta de cámara que para esta ocasión trajo ‘solo’ 50 músicos (¿cuál es la línea divisoria entre la orquesta de cámara y la sinfónica?), que sonó más compensada y mejor que muchas de las grandes orquestas de renombre que he podido escuchar, y producir en algunos casos, en todos estos años del FIMC. Y para los que no tengan el oído lo suficientemente entrenado como para percatarse de las diferencias, le bastarán los ojos. Mientras unos salían al escenario rojos como tomates por el sol playero, llegando hasta bostezar durante el concierto y, lo peor de todo, se llegando a saltarse pasajes enteros de su partitura, estos salían con el color blanco verdoso que brinda el estar todo el día estudiando, y en el escenario se dejaban la piel moviéndose al unísono como la seba de las playas canarias que nunca pisaron.

Basta un sencillo ejemplo para entender la entrega y la pasión de estos músicos. Estando en el aeropuerto de La Gomera se produjo el normal retraso por las inclemencias del tiempo. Estos profesionales no dudaron en sacar sus instrumentos y ponerse a tocar ofreciendo un concierto improvisado. Esto es pasión por lo que se hace y no unas vacaciones pagadas a precio de oro como ha sido para algunas ‘grandes figuras del panorama internacional’ que vinieron al FIMC.

Ha habido un destacado miembro del ya famoso lobby que ha llegado a decir que la MCO es «una orquesta ocasional de buen nivel medio-alto carente en conjunto de un sonido propio y diferencial»… ¡Dios mío, dame paciencia!

No, la MCO es una orquesta nómada (como les gusta definirse a ellos) y autogestionada, de forma horizontal, por músicos del más alto nivel de diversas partes del mundo (incluidos canarios porque, sí, en Canarias tenemos músicos de primer nivel) y que fundó Claudio Abbado en búsqueda de la máxima excelencia. Excelencia que consiguió logrando un pedazo de sonido potente y expresivo, con una precisión en el tempo y con un virtuosismo generalizado y endiablado que daba igual el instrumento que interviniera en cada momento.

Como anécdota contaré que al finalizar el concierto no pude contenerme y escribí en mi muro de Facebook para mis amistades (perdonen la vehemencia del momento y los ‘tacos’):

La MCO es de las mejores orquestas que he escuchado en mi vida. La calidad de todos sus miembros era abrumadora y su sonido individual en las partes solistas y el sonido grupal fue sencillamente A-CO-JO-NAN-TE. Me encantó la distribución poco convencional de la cuerda con los segundos a la derecha y los contrabajos a la izquierda. Nunca me gustó esa formación, sobre todo en grabaciones, pero hoy Hrusa le sacó un partido IM-PRE-SIO-NAN-TE.

El balance de timbres, el rango dinámico y la precisión en el tiempo parecía imposible. Pocas veces he visto todo tan compensado.

Referente a los músicos… ¡Si hasta el de la pu… pandereta era un crack!

Este último comentario (autocensurado ahora), en alusión al conocido chiste, me valió un merecido ‘rapapolvo’ del profesor en Offene Jazz Haus Schule Köln, David Hernández Déniz, porque siempre entre músicos estamos con los chistecitos sobre los percusionistas que, aunque puedan parecer denigrantes son solo bromas inocentes de las que tampoco escapamos las guitarras y, principalmente, las violas… ¡Pero es que había que ver como tocaba esta gente la pandereta o el triángulo! ¡Eran todo un espectáculo ellos solos!

Volviendo al tema principal, fue Candelaria Rodríguez la primera que pensó en que la Mahler Chamber Orchestra repitiera en el FIMC y fue Nino Díaz el que consideró que su propuesta era muy apropiada para el nuevo modelo y la terminó de ‘aderezar’.

¿No dicen que la unión hace la fuerza? Pues ya es hora que de una vez por todas se una toda la gente cuya única pasión de verdad es la música y que, exactamente igual que pasa en la Mahler, se gestione de forma horizontal y participe en el ilusionante proyecto de facilitar la cultura a la ciudadanía con todo lo que ello implica, y que este lobby nos deje a todos en paz de una vez por todas en vez de estar constantemente malmetiendo e intentando poner a sus amigos en cargos relevantes para seguir manejando, ya sea mediante estómagos agradecidos, talibanes, pincha ruedas o correveidiles.